viernes, 30 de diciembre de 2011

Sentido de la realidad, sentido común

Un compañero-y-sin-embargo-amigo suele decir que el sentido común es el sentido de la realidad. Me parece agudamente certero. No es cuestión de mero sentir común en un momento dado. Eso es lo políticamente correcto, el consenso, la opinión pública, la mayoría estadística.
Sentido común es ver las cosas como son, sin prejuicios, dejando que la realidad se desvele por sí misma.
Tiene sentido común quien se deja guiar por la verdad. Quien la busca y la respeta, sabiendo que solo es posible acertar en la vida si nuestra conducta se ajusta libremente a la naturaleza de las cosas.
Libremente digo, porque la libertad, como escribió Orwell, empieza por reconocer y proclamar que dos y dos son cuatro. Él lo vio muy bien y Andrés Jiménez lo ha contado de modo admirable en su blog.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Peor para ella

Hay una tienda erótica que me sigue en Twitter. Creo que es por la entrada Coito en el paraíso. La culpa es mía, por publicitar los blogs en redes sociales. Verdaderamente el sexo es un asunto de especial interés para la filosofía, porque implica toda la estructura de la persona, cuerpo y espíritu, biología y psicología, sensibilidad y racionalidad. El ser personal está traspasado de sexualidad. Se es persona-varón o persona-mujer. Uno piensa, quiere, siente, mira, recuerda, se mueve… como varón o como mujer. Es, por consiguiente, un asunto en el que se pone en juego la concepción del ser humano.
Lo tremendo de la concepción políticamente correcta de la sexualidad es que desvincula la vivencia del deseo sexual de la biología. Como el código genético no se puede elegir, pretende que se acepte como viable existencialmente la discordancia entre la genética y la vivencia subjetiva (hombre en cuerpo de mujer o viceversa). Dicho de otra manera, lo decisivo no es el hecho (soy varón, soy mujer) sino la subjetividad (los deseos, la voluntad). Suena como aquello de Hegel: si la realidad no coincide con mis pensamientos, peor para ella.

Es no puede funcionar. La psique humana no puede sobrellevar esa quiebra interior sin sufrimiento. No se puede vivir negando la realidad biológica, una realidad que ni las hormonas ni la cirugía pueden variar sustancialmente. Sostener lo contrario es ideología (la ideología de género), no ciencia. Y la comprensión, la auténtica comprensión hacia las personas que padecen esa quiebra, no puede consistir en darles la razón como se les da a los niños o a los tontos.

LibrosLibres ha editado el libro de Richard Cohen Comprender y sanar la homosexualidad.  En el título lleva la penitencia. Pobre. A Cohen, que pasó por la experiencia de lo que él llama atracción no deseada hacia las personas del mismo sexo,  se le ha ocurrido enfrentarse a la terapia de afirmación gay, según la cual el cambio de la homosexualidad a la heterosexualidad es inviable o al menos terapéuticamente contraproducente. Los psiquiatras que trataron sus angustias durante años, alineados con lo políticamente correcto, trataron de convencerle de que había nacido “así” y que no le pasaba nada malo. No tuvieron éxito. La paz le llegó a Cohen cuando reconoció como origen de sus desasosiegos los abusos sexuales sufridos, cuando tenía seis años, por parte de un amigo de la familia y el trauma infantil consiguiente.

Por supuesto, colectivos de gays, lesbianas, etc., han reaccionado inmediatamente contra la editorial y las empresas distribuidoras del libro de Cohen, una de esas “obras que lanzan mensajes de odio e ignorancia”, crean el “caldo de cultivo para la homofobia”; una obra que puede “desorientar a los jóvenes”, especialmente a los jóvenes homosexuales y sus familias, por la “desinformación radical” que contiene. Eso dicen. Luego debe ser un libro interesante.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Defensa de la memoria (y el olvido)

El argumento contra la memoria ya lo he leído y oído varias veces, en ámbitos distintos, desde el aula universitaria hasta el blog. "¿Os acordáis de todo lo que aprendisteis en la escuela cuando erais niños o adolescentes? ¿No? Entonces la enseñanza que recibisteis fue un fracaso. Para confirmarlo, una cuestión más: ¿lo que aún recordáis es información relevante para vuestra vida?, ¿a que no?"

El argumento parte del supuesto falso de que la enseñanza tradicional, 1.0 o como se quiera denominar (la enseñanza que pone énfasis en el aprendizaje de contenidos) sólo busca la memorización de conceptos. El planteamiento (supuestamente innovador) va acompañado del rechazo de la repetición como método de aprendizaje (hacer operaciones matemáticas, por ejemplo). Que se lo cuenten a los publicistas y todos los que ensayan o entrenan: actores, músicos, deportistas... Que les digan que la repetición de lo que ya saben no aporta nada.

Parecen ignorar los fieles de la ortodoxia 2.0 que no es posible adquirir competencias sin contenido y que las facultades se desarrollan mediante la práctica; si no se cultiva la memoria, no crecerá. Lo mismo pasa con la inteligencia, la voluntad, la imaginación... Parecen ignorar también que la comprensión es un proceso y que la inteligencia va penetrando progresivamente en lo que la memoria conserva.

Yo sé perfectamente que dentro de unos meses mis alumnos no recordarán los grados de opinión y de ciencia según Platón; pero confío en que, al paso del tiempo, recuerden que Platón fue uno de los que buscan apasionadamente la verdad para desentrañar el sentido de la existencia humana y fundar la justicia social. Y eso no ocurrirá si no les exijo ahora memoria, estudio. De chaval oí decir en el colegio a un profesor (¡lo recuerdo!) que "cultura es lo que queda después de haber olvidado lo que se aprendió" (André Maurois).

Más que discutir sobre la memoria, si sí o si no, deberíamos debatir qué contenidos son relevantes y vale la pena recordar.



martes, 27 de diciembre de 2011

Nuevo gobierno, nuevas expectativas

No me parece mal la idea de alargar el bachillerato. Tampoco la de recortar la ESO: a los alumnos sin motivación por el estudio se les hace muy larga; y para los que no tienen aptitudes (¿por qué no decirlo?) resulta una tortura.
Desde la perspectiva de la enseñanza de adultos, veo la conveniencia de un título que dé acceso al mundo laboral que no "cueste" tanto como el actual título de graduado en secundaria. Acortar la ESO puede ser la alternativa.
En cualquier caso, puede ser el momento de entrar más a fondo en una revisión del sistema educativo. La anterior ley de educación de un gobierno popular (la LOCE), puso algo de sensatez en la educación infantil y poco más. La verdad es que, si se comparan la LOGSE, la LOCE y la LOE, en lo que se refiere a la estructura y los contenidos del sistema pocas diferencias sustanciales se encuentran. ¿Tendrá el nuevo Ministerio de Educación ideas renovadoras? Veremos.

Emmanuel


A veces las palabras pierden su referente real, se quedan huecas como cáscaras rotas. Damos los buenos días y se comenta el tiempo, como si dar los buenos días, las buenas tardes o las buenas noches fuera lo mismo que dar el parte meteorológico. Y no; lo que hacemos es desear que el otro o los otros tengan un buen días, una buena tarde, una buena noche. Es una expresión de benevolencia, no la información del tiempo.
Lo malo, sin embargo, no es que las palabras se queden huecas; lo malo es que nuestro espíritu –el alma de las palabras– se quede vacío, incapaz para descubrir el sentido de las cosas. Por ejemplo: estos días llegan felicitaciones de Navidad que podrían valer igual para un cumpleaños, una boda o un divorcio. Muchos han perdido el sentido de esta celebración cristiana, unos por falta de fe y otros por falta de cabeza, o de corazón.

Si el consumismo ha inundado nuestros deseos es porque ha encontrado espacios vacíos. Estamos hechos para el infinito, solo nos sacia el todo. Y lo que estamos celebrando es precisamente la presencia del Infinito entre nosotros, la cercanía de Dios que se hace hombre. “Si un Dios se hubiese hecho hombre por mí, le amaría excluyendo a todos los demás, habría entre Él y yo algo así como un lazo de sangre, y no tendría vida suficiente para demostrarle mi agradecimiento”: así habla Sartre el ateo por boca de su personaje Barioná. Pues bien, María, José, los pastores, los magos… tuvieron la experiencia de “un Dios muy pequeñito al que se puede estrechar entre los brazos y cubrir de besos. Un Dios calentito que sonríe y que respira, un Dios al que se puede tocar; y que vive”.
¡Feliz Navidad!

domingo, 25 de diciembre de 2011

Sexo como oración

Os ofrezco hoy la tercera cita de Fabrice Hadjadj (La profundidad de los sexos. Por una mística de la carne). Es un escándalo:


"Juan Pablo II afirmaba que cuando el abrazo conyugal está abierto a la vida hay comunión sexual, y una mera unión sexual cuando no lo está."


[¿Se puede hablar así en el siglo XXI? Lo que propone Hadjadj es ¡un ménage à trois con Dios!]


"¿Puede mantenerse esta afirmación al margen de la Revelación trinitaria? ¿Por qué hay que estar disponible para acoger a un molesto tercero para encontrarse verdaderamente en pareja? Si consideramos el acto sexual mismo, seguir la pendiente natural permite evidentemente entregarse sin reserva y evitar la intrusión de la industria en medio de nuestros retozos. Dejamos que se encamine la sangre más preciosa hasta la trompa de la abundancia, sin preservarnos, sin contracebirnos, sabiendo que al final de nuestro abrazo puede haber un alma completamente nueva que Dios se ve como obligado a crear para esposar nuestro juego. Así obligamos al Eterno a acostarse con nosotros, llevamos al Todopoderoso, por medio de nuestros sexos, como si se tratase de una oración física, a rematar la unión."


[¿No es esto una condena a la infelicidad? ¿No es éste el camino del sacrificio, de la negación de sí mismo? ¿No es el principio de un cúmulo de renuncias, la puerta de la tristeza?]


¿Cómo no se iba a dar en ella la mayor alegría? Cuando evitamos dejar entrar así, a través de lo natural, al Eterno en nuestro lecho, nos veremos fatalmente ahogados por mil problemas técnicos: ¿Te acuerdas de si me tomé la píldora?... ¡Ten cuidado!... ¡¡Ten cuidado!!... ¡No, no puedo! ¡No puedo! ¡¡Ese rollo del embarazo me ha helado la sangre en las venas!!... ¿Un diafragma? Sí, puede ser, pero tú no me habías dicho que hoy… y además no me gusta ese trozo de caucho en el vientre… me hace sentir rara… tengo la impresión de tener un chicle dentro… ¿Es que ya no hay poesía? ¡Vale, lo siento! (Darío Fo y Franca Rame, Nous avons toutes la même histoire, en Récits de femmes)".


[La cercanía de Dios no elimina el sufrimiento, pero trae la esperanza de la alegría definitiva...]

Vincent y Don McLean



Una de mis canciones preferidas. Es música, es poesía, es pintura...

lunes, 19 de diciembre de 2011

Pingüinos gays

Mira tú, que resulta que entre los pájaros bobos no es raro encontrar homosexuales. Desde Toronto a Pekín, pasando por Madrid, se encuentran casos de pingüinos gays en zoológicos. Se buscan, se acompañan, se hacen caricias. Les procuran la compañía de hembras, a ver si cambian de comportamiento; algunos lo hacen, otros resisten.
Lo extraordinario es que, en más de un caso, intentan robar huevos a parejas heterosexuales y, en más de un caso, la dirección del zoo decide darles en adopción un huevo en peligro de exclusión social, por así decir. Claro, aunque se montan el uno al otro como una pareja hetero (según decía la cuidadora en televisión), ellos no pueden poner. Se ponen, pero no ponen.

Esta historia se podría convertir en alegoría. ¿Cómo la interpretarías tú?
Yo me quedo con esto: robar huevos (o lo que sea) es natural. Perdón, no quería decir robo: libre uso compartido de los bienes. Eso.


domingo, 18 de diciembre de 2011

Golondrina sin alas


A mi hermano Jose,
cuando nos encontremos en el cielo
de las golondrinas sin alas,
porque allí sí entenderá.

Jose (así, con acento en la primera sílaba), mi hermano pequeño, tiene más de cincuenta tacos… y siempre será pequeño. Es discapacitado. Subnormal, decíamos, y no era un insulto: solo la constatación de un hecho. Pero escondemos las palabras duras como algunos escondían a sus hijos Down en casa o en un asilo. Ahora se esconden menos porque muchos nunca ven la luz: sencillamente, no se les da a luz…
Alguien ha dicho que la catadura moral de una sociedad se puede medir por el modo en que se ocupa de los más débiles. Por eso me alegra cualquier iniciativa que tenga por objeto promover la dignidad personal de quienes están por debajo de la normalidad en algún aspecto: intelectual, psicológico, físico, económico, social, etc. Lo que no me parece bien es que confundamos las cosas; para avanzar tenemos que poner los pies en el suelo.

La diversidad no es un bien en sí misma. Habrá que ver. ¿Qué se debe hacer con la manzana podrida en el cesto? ¿Es una riqueza la cizaña entre el trigo? Sanos y enfermos, honrados y corruptos, solidarios y egoístas, valientes y cobardes, pacíficos y violentos… componen diferentes expresiones de diversidad, pero no de riqueza social. Constituye una profunda expresión de fe creer que no hay mal que por bien no venga, que se le puede dar la vuelta a cualquier mal y obtener algo bueno; pero el mal no es un bien en sí, salvo para los masoquistas.

Discapacidad no es lo mismo que diversidad. Diversidad, a secas, es la que hay entre siete de los ocho hermanos que somos: tenemos distinto color de pelo, diverso metabolismo, diversos gustos, diversas opiniones, diversas profesiones, etc. El octavo, Jose, no es “diverso” en ese sentido, pues su profunda discapacidad intelectual no le permite tomar decisiones sobre su vida, ni tener opiniones, ni profesión… Jose, mi hermano pequeño, no es distinto: es deficiente.

­– La inclusión o integración escolar no es el objetivo. Lo que yo hubiera querido para Jose y lo que deseo para todos los discapacitados es que puedan desarrollar sus talentos, de manera que puedan integrarse posteriormente en la vida social y laboral. Si para ello es necesario que reciban una atención especializada en centros específicos, adelante. El modo de escolarización es el camino, no la meta.


¿Habilidades sociales?


Empecemos por las esenciales:
  • Saber pedir
  • Saber recibir
  • Saber dar
  • Saber agradecer
  • Saber pedir perdón
  • Saber perdonar

Violencia, amor y diálogo


“La agresividad es en el fondo una solicitud de diálogo;
la violencia, un diálogo frustrado”

[Juan Rof Carballo]



En la familia se descubren tres verdades fundamentales de la existencia humana:
  • la propia indigencia (la necesidad que tenemos de los demás, de nuestros padres especialmente),
  • el valor incondicionado de uno mismo (en cuanto objeto del amor de padres y hermanos) y –síntesis de lo anterior–
  • el valor del otro como don.

Por eso podemos decir que la familia es el lugar donde se aprende a hablar..., pues se habla y se escucha sólo a quien se acepta. El diálogo presupone la aceptación del otro, que es un rasgo esencial de toda forma de amor.
Si aumenta la violencia es que decrece la familia. 

jueves, 15 de diciembre de 2011

Mística de la carne

Segunda cita de Hadjadj sobre la sexualidad originaria:


"En ese estado de gracia en que fue creada la primera pareja, la obra de la carne hubiera sido una obra pía. La afirmación central de Santo Tomás es que la voluptuosidad sensual no hubiera ahogado la razón. Algunos pensarán que eso es una lástima (y desde el punto de vista de nuestra condición actual, no se equivocan del todo): -¿No hubiera existido, pues, ese vértigo, ese éxtasis, esa explosión? Sí, sólo que no hacia abajo, como un colapso, sino hacia arriba, como una asunción. Por una parte, al mantenerse siempre la lucidez, el placer sensual en sí mismo no hubiera podido saturarse: habría crecido indefinidamente, se hubiera alzado sin encontrar techo alguno hasta alcanzar un cielo superior al séptimo. Por otra parte, ese placer no habría turbado la alegría espiritual: Adán podría haber conocido a su mujer sin salir de la contemplación. La habría penetrado hasta su fuente eterna. Eva lo habría recibido como don de Dios. Lo habría hecho entrar verdaderamente en el claustro, en la capilla y en el baptisterio. En primer lugar, la virginidad de su mujer no hubiera sufrido por sus abrazos; después, a la hora del parto, la sola madurez del fruto, y no el gemido del dolor, habría dilatado las entrañas maternas (San Agustín, La ciudad de Dios, XIV, 26); además, la concepción habría sido en parte bautismal, pues no se hubiera transmitido ninguna culpa de la naturaleza con el óvulo y el esperma, tan puros como el agua bendita con la que el sacerdote pronuncia después la fórmula trinitaria (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, 100, 1). En fin, era el Paraíso… No habría habido palabras obscenas; ninguna parte del cuerpo que hiciera vacilar las palabras (San Agustín, La ciudad de Dios, XIV, 23)".


Coito en el paraíso

Os regalo tres citas de Fabrice Hadjadj (La profundidad de los sexos. Por una mística de la carne). Ahí va la primera:



"En el estado de inocencia, ¿se habría efectuado la generación por medio del coito? San Gregorio de Nisa pretendía, en su tratado De homine, que, si no hubiera habido pecado original, el género humano se habría multiplicado a la manera de los ángeles, sin yacer (absque concubito), por medio de la operación del poder divino (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, 98, 2). El sólido Tomás, al que apodaban el buey mudo de Sicilia, muge contra ese espiritualismo peligroso: ¡Por supuesto que habría habido coito! ¡Y que las puritanas comprendan que la inocencia no radica en un amor desencarnado! Pero el gran doctor precisa, citando a San Agustín: Los miembros habrían obedecido como los demás, a merced de la voluntad, sin el aguijón de una pasión seductora, con tranquilidad de alma y de cuerpo. Más adelante añade que la inteligencia no hubiera estado sumergida en el burbujeo de la codicia, y que esa razón preservada, lejos de enfriar el placer, lo hubiera elevado a una felicidad superior: En el estado de inocencia, no habría habida nada en este ámbito que no hubiera estado ordenado por la razón; no es, como dicen algunos, que la delectación según los sentidos hubiera sido menor –el placer sensible, en efecto, hubiera sido tanto mayor cuanto más pura hubiera sido la naturaleza, y más sensible el cuerpo-, sino que la potencia concupiscible no se abatiría con desorden sobre las delicias ordenadas por las razón, a la cual no le corresponde disminuir el placer de los sentidos, sino impedir que la potencia concupiscible se apegue a él sin moderación”.

Educar, domesticar

El principito se encuentra con el zorro, que desea ser domesticado


—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
Si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…

Domesticar significa, pues: dedicar tiempo, cuidar, conocer, necesitar, hacer amistad, ser responsable del otro.

Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
—Es el tiempo que yo he perdido con ella... —repitió el principito para recordarlo.
—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
—Yo soy responsable de mi rosa... —repitió el principito a fin de recordarlo.

domesticar.
(De doméstico).
1. Reducir, acostumbrar a la vista y compañía del hombre al animal fiero y salvaje.
2. Hacer tratable a alguien que no lo es, moderar la aspereza de carácter.



Por el libre uso compartido de los bienes


La sustracción de bienes ha existido siempre. El 99% de los encuestados confiesa haberse apropiado indebidamente de bienes ajenos alguna vez en su vida; teniendo en cuenta el número de los que no se atreven a reconocer en público sus actos de rapiña por la presión de la (mala) educación recibida,  algunos expertos consideran que podemos hablar de un 99,9% de cleptómanos. Estamos, pues, ante un hecho social de primera magnitud, que exige respuestas por parte de la sociedad.

Hay que considerar en primer lugar las razones por las cuáles una persona se ve abocada a sustraer y usufructuar bienes ajenos: el trauma producido por la comparación de lo que uno tiene con lo que tienen otros, la falta de autoestima que conlleva la carencia de bienes que otros disfrutan, la frustración por los deseos insatisfechos, etc.

En segundo lugar debemos sopesar el quebranto que supone la actual situación de ilegalización para la salud física y mental de la persona que se ve obligada a hurtar. En efecto,  el hurto (y más el robo) genera ansiedad y estrés, puesto que se realiza casi siempre en condiciones infrahumanas de nocturnidad, o en lugares muy concurridos, con presencia de policía o personal de seguridad armado, en locales con videovigilancia, etc. Muchas de estas personas se sienten vigiladas y observadas de continuo, de modo que con facilidad caen en trastornos obsesivos y manías persecutorias.

Esta situación es insostenible por más tiempo.
¡Legalización del libre uso compartido de los bienes ya!
Bastante duro es que haya que apropiarse de bienes impropios, para que encima se criminalice y se penalice.
A usted nadie le obliga a usufructuar lo ajeno, deje a los demás que tomen sus propias decisiones con libertad, sin ser señalados con el dedo y estigmatizados como delincuentes.

Educar al amor de la lumbre


Un elemento esencial de la educación es el tiempo. Bien mirado, educación a lo largo de la vida es una redundancia: educarse lleva toda la vida y, para educar a otros, hay que contar con todo el tiempo que queda por delante. Como la buena cocina, la educación requiere tiempo: elaborar los alimentos al amor de la lumbre.

Es la lumbre de la dedicación, de la constancia, de la paciencia, del optimismo, la esperanza, la ilusión (que es anticipación del gozo por venir)…
La falta (real o imaginada) de tiempo lleva a los padres a delegar sus funciones en otros, que pueden acabar por convertirse en padres o madres vicarios: la chica que cuida a los niños, la señorita, la maestra o el maestro, el monitor de tiempo libre, el/la catequista… Sucedáneos para una educación fastfood: engorda, pero no es sana.

¿Guardería o escuela?


“Hasta que no comienza la educación obligatoria, lo físico, lo social, lo emocional, así como el desarrollo de la imaginación y la memoria son fundamentales y no tanto aprender a leer, escribir, sumar o incidir en el aprendizaje del inglés... Opino que estos contenidos son propios de la etapa primaria, pero no antes”. Este comentario de Carolina Ugarte a la entrada “¡Inventemos la educación!” me sugiere algunas cuestiones:

– ¿Los padres llevan a los hijos a la guardería o a la escuela infantil principalmente por razones de organización familiar o para que los niños aprendan… contenidos curriculares?
– ¿Los centros de atención a menores de 6 años deben parecerse más a una escuela o a un hogar familiar?
– ¿La connotación negativa que ha adquirido en algunos ámbitos de profesionales de la educación la palabra guardería y el prestigio de “escuela infantil” puede ser manifestación de mala conciencia?
– ¿Entender la escolarización temprana como trampolín de la enseñanza obligatoria ­(e incluso de la universitaria) es una manera de lavar esa mala conciencia?

La vida es complicada y muchas veces tenemos que conformarnos con hacer las cosas bien, aunque no sea hacer lo óptimo. Pero no conviene rehuir la reflexión, para evitar autoengaños.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Manifiesto



"Nada hay más comprometedor que encontrarse con la verdad. Por eso hoy muchos niegan que podamos hallarla.

Con opiniones -relativismo- no se educa a las personas.

Pero sí es fácil manipularlas.

-Si sólo hay opiniones, las posturas sólo se pueden dilucidar con la fuerza-

Tengamos el coraje, el valor, de buscar la verdad en todo, con afán, con pasión. Con honestidad.

Atrevámonos a pensar con rigor y con libertad.

El emotivismo moral es tramposo."

Esto ha escrito Andrés Jiménez en La mirada abierta al ser. Es todo un manifiesto. Lo suscribo.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El maestro

En mi primera escuela –tenía tres años– me costó entrar. El primer día me quedé escondido detrás de la puerta. (La puerta era de madera, el piso era de madera, los pupitres –los vi luego– eran de madera.) La hija de la maestra logró que entrara, después de pasar un tiempo en la clase donde estaba mi hermano Nani. (Sinceramente, no sé si fue ése el orden de los acontecimientos; mi memoria de tres años no da para tanto.) La cosa es que finalmente entré en la clase de doña Esperanza; y desde entonces no he salido de la escuela...
A lo largo de mi vida escolar he tenido muchos profesores, que me han influido en el modo de entender la educación y en el modo de practicar el oficio. Podría decir: "tal cosa la aprendí de don fulanito, tal otra la hacía así don zutanito, aquél me transmitió esta actitud, éste tal modo de actuar en clase, etc." Pero nadie como don Esteban (¡DON Esteban!).
Yo tenía entonces ocho años. Pocas cosas recuerdo de él. Que tenía sentido del humor; le veo en clase tomándole el pelo a un chaval. Que nos enseñaba a hacer las pausas en las comas. Que nos encontramos, mi madre y yo, en la calle con él, en traje gris. Que un día me preguntó a bocajarro: "¿Tú quieres estudiar?"
Debí decir que sí (¿qué pensaría yo que significaba aquello?), porque el siguiente recuerdo es del aula de don Esteban vacía, los cristales negros, él con mi padre rellenando papeles en la mesa del maestro: eran los papeles que había que presentar en el colegio (¡un colegio de pago!) para solicitar beca.
Aquella pregunta de don Esteban cambió mi vida, le imprimió una dirección nueva, que nadie en mi familia había recorrido antes: la del estudio y el acceso a la educación superior. Y más...
Cuando lo recuerdo, me lleno de agradecimiento y me reafirmo en la convicción de que este trabajo vale la pena, si puedes abrirle horizontes a un solo alumno siquiera, como él, el maestro, hizo conmigo. Aunque no te enteres, como seguramente le pasaría a él.


No somos islas, nunca

Me ha escrito Javier M. sobre la entrada ¡Inventemos la educación! Echa en falta alguna referencia a la vertiente social del ser humano:

"Aprendemos porque nacemos sobre un poso de anterioridad (lo dijo mejor Ortega y Gasset). (...) De lo que nos enseñan nos ha llegado la mayor parte de lo que sabemos. Creemos en Julián Gayarre no por nuestra inteligencia ni haberlo experimentado de vista. Sí, pero nosotros podemos comprobar en las crónicas de los diarios de Londres, París, San Petersburgo etc. que Gayarre cantó allí. Cierto, pero esas pruebas son testimonio dejado a nosotros. En última instancia nos enseñan otros. Sabemos de la mecánica cuántica, creemos en ella sin haberla pensado ni experimentado, pero damos fe a quienes sí aplicaron su inteligencia y experimentación. La inmensa mayoría no la entenderemos nunca, ni experimentaremos sus más arcanos efectos. Sin embargo creemos que hay efectos cuánticos de la materia, en la raíz de la realidad física, química, biológica que vivimos. (...) Por eso creo necesario al “inventar la educación” una mayor explicitación del aspecto social del ser humano. Es con los otros como nos vamos haciendo. Es sentirnos acogidos por los otros, sentirnos deudores de los otros."


Vale. Lo que pienso es que esta dimensión social está presente en todo el proceso de formación del ser humano:

1) En su formación física: en la crianza, en el desarrollo de la psicomotricidad, en el juego, en la práctica deportiva, etc.
2) En la formación artística y artesanal: se aprende de otros, se expresa uno para los otros.
3a) En la formación intelectual: se aprende a razonar y a reflexionar por medio del diálogo, ¡aprendiendo a hablar!
3b) En la formación del carácter, que es en sí misma educación social, porque lo que somos se pone de manifiesto en lo que hacemos, ¡y todo lo que hacemos tiene alguna repercusión sobre los demás!

Esto último me parece especialmente relevante. Una justificación corriente de nuestros desmanes es decir que no afectan a nadie más que a uno mismo, al que los comete. Tomás de Aquino decía que todas nuestras acciones están en el ámbito de la justicia: todas afectan (para bien o para mal, directa o indirectamente, tarde o temprano) a otros, aunque se trate de un pensamiento no verbalizado: es justo o injusto. ¡Eso es creer en la dimensión social de la persona!