lunes, 12 de agosto de 2013

Trastorno por déficit de naturaleza

"Hoy podemos iluminar nuestras ciudades de manera tan deslumbrante que ya no pueden verse las estrellas del cielo" (Benedicto XVI)
A Ramón Arellano

Aprovecho los ratos de descanso estival para revisar papeles (en el ordenador) y poner un poco de orden; así me he encontrado con un artículo de BBC News que Ramón Arellano mencionó en un tuit hace tiempo. El autor del artículo da a conocer un informe encargado por la Fundación National Trust, en que se pone de manifiesto la preocupación de sectores médicos y pedagógicos de Gran Bretaña por el daño que puede estar causando a los niños británicos la falta de contacto con la naturalezaEl miedo de los padres a la calle, los peligros del tráfico y el gancho de las pantallas (televisión, videoconsolas, móviles) son las razones principales para que los niños pasen cada vez más tiempo en casa, entre cuatro paredes, y menos en el exterior.
Por una parte, estamos tan obsesionados con la seguridad que la naturaleza produce, a padres y profesores, verdadero pánico. Subirse a un árbol, tirarse al mar desde una roca... todo lo que nos divertía cuando éramos pequeños, ahora está prohibido. Por otra parte, los espacios urbanos, los espacios civilizados, se han convertido paradójicamente en una jungla, en algo salvaje, donde cada vez es más difícil que los niños puedan jugar "al aire libre" de manera segura. Para colmo, al problema físico del espacio se suma el problema humano de la desconfianza hacia los otros, por muy vecinos que sean. El resultado es la cotton wool culture, la cultura de mantener a los niños a buen recaudo, siempre entre a cubierto, entre algodones.
A la vista del informe de la National Trust cabe pensar que el remedio es peor que la enfermedad. Los niños con escaso contacto con la naturaleza tienen los sentidos menos desarrollados y más problemas de atención y están expuestos a padecer más enfermedades físicas y emocionales. Por contra, parece probado que los niños aprenden más y mejor en contacto con objetos naturales, los que padecen TDAH mejoran al contacto con la naturaleza, y todos son más felices al aire libre que enganchados a una pantalla.

Fue Richard Louv en 2005 quien acuño las expresiones alienación de la naturaleza y trastorno por déficit de naturaleza. Lo de menos es si realmente se trata de un trastorno médico (seguramente no); lo interesante es la llamada de atención sobre los perjuicios de una vida cada vez más artificial y artificiosa, virtual, irreal.

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