Gardner entiende por inteligencia la “capacidad de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una o más culturas”. Entre la multiplicidad de inteligencia de que disponemos se encuentran la inteligencia intrapersonal y la interpersonal. La intrapersonal es aquella que se refiere a la autocomprensión, la capacidad de reconocer y discriminar nuestras emociones, ponerles nombre y a través de ellas orientar la conducta. La inteligencia interpersonal, por su parte, permite comprender a los demás y comunicarse con ellos, teniendo en cuenta sus sentimientos y sus diferentes estados de ánimo. Nos capacita por tanto para establecer y mantener relaciones sociales positivas.
El concepto de inteligencia
emocional de Goleman engloba estas dos inteligencias. Goleman estima que la
inteligencia emocional se puede organizar en torno a cinco capacidades:
conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos,
reconocerlos, crear la propia motivación, y gestionar las relaciones.
La persona emocionalmente inteligente es
capaz de automotivarse, de perseverar en sus proyectos a pesar de las posibles dificultades
y frustraciones, de controlar sus impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular
su estado de ánimo y de empatizar con los otros. El grado de dominio que
alcance una persona sobre estas habilidades, dice Goleman, resulta decisivo
para determinar el motivo por el cual ciertos individuos prosperan en la vida
mientras que otros, con un nivel intelectual similar, acaban en un callejón sin
salida.