sábado, 30 de abril de 2022

La senda de la paz

 Ante la realidad de una guerra que no cesa, vuelvo a leer y meditar las palabras de Francisco, palabras sentidas, que brotan de un corazón sufriente pero abierto a la esperanza.


Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.

Fotografía de Sergei Supinsky, propiedad de AFP

(...) Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

(...) Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.

(...) Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. (...)

Francisco, 25 de marzo de 2022

[Para leer el texto completo.]

Sobre la guerra

 El pasado día 14 reflexionaba Josean Zugasti, a la vista de lo que está pasando en Ucrania y Rusia, sobre los peligros de un patriotismo mal entendido. El amor a la patria siempre se ha considerado una virtud, en cuanto expresión de la veneración debida a nuestras raíces –los padres y la patria–. Otra cosa es el nacionalismo excluyente, que menosprecia a «los otros» y se encapsula en sus propios mitos. Lo mismo cabe decir de ciertas ideologías, que convierten lo opinable en dogma, minando por su base la democracia.

Pamplona, 14 de abril de 2022

Me ha impactado ver un reportaje donde condecoraban, con medallas al mérito militar, a unos jóvenes soldados rusos amputados de piernas o brazos como consecuencia de las heridas de guerra. Sentados en sus sillas de ruedas, escuchaban con el tronco erguido a su ministro de defensa. Con gesto serio y arrogante les agradecía los servicios prestados en la operación militar de Ucrania. Con voz firme y solemne decía que sus sacrificios afianzaban la seguridad de la gran nación rusa que sería liberada del nazismo y de la influencia de occidente.

(...)

Imagen del vídeo al que se refiere Josean

Somos seres sociales. La patria y otras milongas favorecen la cohesión de grupos humanos. Pero una conducta excesivamente gregaria puede conducir a muchos individuos a la aniquilación.

Uno piensa con tristeza en las exaltadas experiencias revolucionarias sudamericanas. O sin salir de casa, en ETA. Grupos cohesionados en torno a un relato con una mezcla explosiva de patriotismo e ideales.

Los ideales también fomentan un sentimiento de unidad. Pero, ¿pueden convertirse en otra peligrosa milonga? Si se suponen ciertos, absolutos e ineludibles, la maquinaria se va embragando. Optimistas salvajes, dogmáticos, fanáticos, enloquecidos creyentes en un ideal se van enardeciendo. El poder los acelera. Etarras, comunistas o nazis estuvieron dispuestos a destrozar el presente en aras a construir un futuro perfecto. A regenerarnos de las corrupciones. A limpiar nuestras impurezas.

El apasionamiento les impidió percibir que no existen dos seres humanos idénticos. Trataron de uniformizarlo todo. Y ese desprecio por lo concreto, por lo diferente, por lo diverso, esa visión totalitaria del mundo, lo termina destrozando.

Un ardiente ideal otorga un sentido hacia el que orientar la vida. Promete justicia, progreso, armonía. Aporta energía. Eso es lo que debe atrapar a muchos jóvenes con poco recorrido vital. O a adultos con escaso raciocinio. Pero las experiencias históricas de ideales que han conquistado el poder son una interesante materia para la reflexión. No debemos olvidarlas. Todas ellas han terminado resultando aterradoras.

Josean Zugasti

viernes, 29 de abril de 2022

¡Cierra el pico, pájaro!

Como sabéis, Elon Musk, el hombre más rico del mundo, ha comprado Twitter y se ha alborotado la pajarería. No conozco a Mister Musk más que de un episodio de Big Bang Theory en el que aparecía, así que no tengo motivos para que me resulte simpático o antipático; pero su declaración de principios me ha parecido plausible, ¡que le doy un aplauso, vaya! Ha piado en Twitter que a partir de ahora no se van a silenciar las opiniones conflictivas o discordantes con la ortodoxia dominante (he visto cerrar cuentas de Twitter por razones ideológicas o políticas, descaradamente).


Sostiene Mister Musk que los únicos límites a la libertad de expresión deben ser  los que establecen las leyes sobre calumnia, difamación, etc. Lo curioso del asunto es que ¡eso es precisamente lo que temen los críticos, que Twitter elimine la censura!

Mi complejo de Sancho va en aumento... ¡Libertad de expresión, sí pero para mí! Para los que no estén de acuerdo con la ideología de género, el aborto, la eutanasia o critiquen las políticas del gobierno, ¡censura al canto! Por supuesto, ¨los correctos" (los partidarios del pensamiento único) no lo llaman censura, sino moderación de contenidos, lucha contra la desinformación o erradicación del discurso del odio; ¡ellos, que son los que más mienten, los que odian y siembran el odio! Todos los enemigos de la libertad manipulan el lenguaje, no falla.

jueves, 28 de abril de 2022

Homenaje a la radio

 He escogido para publicar hoy esta página del diario de Josean por el encanto de la narración, una remembranza de Joselín, un personaje del pueblo de los abuelos, y la impronta que dejó en él su dignidad.

Cada mañana me desperezo con ella. Mi tiempo de escucha de radio se ha incrementado desde que me diagnosticaron el cáncer. Me agrada mucho el programa “Documentos” de Radio 5. Los fines de semana sintonizo “No es un día cualquiera”, programa que dirige Carles Mesa en RNE. Me gusta Radio 5 en general. A las 10 de la noche, ya acostado, atiendo últimamente unos análisis bien documentados en la SER. Como me cuesta dormir, a continuación, en la misma cadena, me entretengo con “El larguero”. Pero si, como me ocurre cada vez más habitualmente, me saturo de ruido deportivo, contrasto las noticias escuchando “podcasts” de Onda Cero o la COPE.

Joselín, un vecino de mi abuela en Garínoain, fue una persona muy ligada a la radio. Perdió la vista en su niñez en un desgraciado accidente con una azada. En la década de los 70 vivía con su padre, el señor José, un malhumorado hombre que enviudó tempranamente. El señor José caminaba encorvado. Era tosco, cascarrabias, parco en palabras. Su figura evocaba a los ogros de los cuentos. Mis andanzas veraniegas y las de mis hermanos frecuentemente tropezaban con su agrio carácter y provocaban sus gruñidos.

Garínoain

El temperamento de Joselín era mucho más abierto y sosegado. Pese a su ceguera, irradiaba felicidad. Siempre sonreía. Vestía muy humildemente. Casi siempre camisa de cuadros y gorra. Pasaba muchas horas sentado en un banco, en la solana, junto a la puerta de la casa, escuchando la radio.

Para compensar su ceguera había afinado mucho el oído. Identificaba perfectamente a quien pasaba por allí por el sonido de sus pasos. Agradecía mi compañía. Muchas veces me invitaba a sentarme en el banco junto a él. Me pedía que le describiese lo que había visto, cuales habían sido las correrías de nuestro perro Pistón, si las hojas de los chopos ya amarilleaban, si bajaba mucho caudal por el río, si había mucha gente en la única tienda del pueblo. Yo apreciaba mucho a Joselín. Aparte de su amistad me atraía algo de él que entonces no sabía definir. Con el tiempo descubrí que se trataba de la dignidad. Transmitía gran dignidad.

Joselín era un oasis en el desierto. Se forjó un carácter y unos intereses muy diferenciados del agricultor medio de Garínoain. Persona tranquila, agradable, respetuosa, sutil. Tenía buen manejo del lenguaje. Sabía mucho de geografía, le preocupaba la ciencia, escuchaba atentamente las entrevistas con artistas. Me hablaba también de fútbol. Fue él quien me insufló el sueño de la aventura en la naturaleza. Disparó mi imaginación al relatarme, con emoción y detalle, el duelo por la conquista del polo sur entre las expediciones de Admusen y Scott.

La radio fue su escuela. Una ventana al exterior. Conoció a personajes ilustres, adquirió riqueza de vocabulario, amplió sus inquietudes culturales, se planteó muchas reflexiones sociales o políticas. La radio engrandeció su vida.

En un mundo dominado por la imagen, la radio de hoy sigue aportando buenos alicientes. Eligiendo adecuadamente los programas, ofrece más pausa, credibilidad y oportunidad de reflexión que otros medios. Entretiene, informa, enseña. Fomenta la imaginación. Y brinda muy grata compañía. Como en la época del entrañable Joselín. Aunque haya pasado ya medio siglo.

Pamplona, 8 de abril de 2022


miércoles, 27 de abril de 2022

¿Me querrás cuando sea viejo?

 En una entrada anterior, La banda sonora de la vida, hice referencia a Bookends, de Simon & Garfunkel, la canción que abre y cierra la primera parte del álbum del mismo nombre. La segunda aparición viene a ser el epílogo de una de las canciones más tristes que conozco, Old Friends. Si la hubiera compuesto yo y quisiera "enseñársela" a mi amigo Javi (López de Guereña, en la actualidad músico profesional, con quien tocaba y componía en los años de colegio), me habría hecho callar con una mirada nada más tocar los dos primeros acordes.


Viejos amigos,
sentados en su banco del parque como sujetalibros,

inmóviles, casi inertes, como sujetalibros.

Un periódico vuela a través de la hierba
y se enrolla en sus tobillos.
Viejos amigos,
ancianos compañeros de invierno,
arrebujados en sus abrigos,
esperando la puesta de sol.
Los sonidos de la ciudad, tamizados por los árboles,
se depositan como polvo sobre los hombros de los viejos amigos.

Entonces, los dos viejos amigos, Paul y Art, se interpelan:

¿Te imaginas, nosotros dentro de unos años,
compartiendo un banco del parque en silencio?
¡Qué terriblemente extraño tener setenta años!

A continuación la orquesta transmite claramente esa sensación de extrañeza, "terrible", de unos viejos que parecen estar de más en el mundo, con el que han perdido la armonía... Deprimente.


Otra imagen sonora de la vejez es la que escuchamos en el mítico álbum Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club BandPaul McCartney empezó a componer When I´m sixty four en la adolescencia, pero The Beatles no la grabaron hasta 1967. Con aire jovial, al estilo años 20, la canción es una broma en forma de carta.

Cuando me haga viejo y se me caiga el pelo
dentro de muchos años,
¿seguirás mandándome una tarjeta de San Valentín
y felicitándome el cumpleaños con una botella de vino?
(…)
¿Aún me seguirás necesitando, aún me seguirás preparando la comida
cuando tenga sesenta y cuatro años?
Tú también serás vieja pero, con solo decir una palabra, me quedaré contigo.
Me tendrías siempre a mano, reparando un fusible cuando se vaya la luz.
Tú tejerías un jersey junto a la chimenea
y saldríamos a pasear los domingos por la mañana.
Yo me encargaría del jardín, cortando la hierba.
¿Qué más se puede pedir?
(…)
 Mándame una postal, escríbeme unas líneas con tu punto de vista,
indicando con precisión lo que piensas.
Atentamente suyo, consumiéndome,
deme una respuesta, rellene un formulario,
¡mía para siempre jamás!

Aquí no hay viejos amigos, sino dos enamorados imaginando el futuro con amor y humor...





martes, 26 de abril de 2022

Belleza, la mirada adecuada

Se me acumulan en el ordenador los escritos de Josean. Lo cierto es que se merecen un blog en exclusiva, El Diario de Josean, por lo sustancioso de sus reflexiones y por lo bien que escribe. Además, su conocimiento de la naturaleza (es biólogo, como recordaréis) y su capacidad de observación añaden una gran riqueza a las descripciones que hace. Hoy he seleccionado unos textos suyos sobre la belleza. 

La nieve me ha acompañado después en bellísimas jornadas de alta montaña. Buscaba naturaleza intacta. Abrir camino con paso firme hacia los paisajes blancos. Aquellas excursiones me apasionaban tanto que, para tratar de retener las emociones, me dediqué un tiempo a reseñarlas. Actualmente solo conservo un cuaderno que titulé “Caminando por los ibones del valle de Tena”. Lo escribí en 1994. Hoy, en esta mañana de frío y nieve, me he entretenido releyendo parte de aquellas experiencias blancas.

Voy a transcribir una de las que me han parecido más poéticas. Me ha hecho revivir la emoción que siempre he sentido subiendo a las montañas. Lo escribí en una caminata desde el balneario de Panticosa al ibón de Bachimaña Alto, a 2200 metros de altitud, el día uno de mayo de 1994. Hace ya 28 años.

“Agua, movimiento, agua. El agua, motor de vida, ha comenzado a fluir. El sol es el carburante que la pone en marcha; la nieve, su reserva. Cascadas que bullen, aguas apresuradas, estruendo de primavera.

Panticosa, regio escenario: abrupto, bravío, salvaje. Hoy tus aguas se despeñan cantando. Mis sentidos vibran ante el dinamismo y la vitalidad de tu paisaje. El camino a Bachimaña está de sueño. Miro el granito, sus líquenes tatuados, enormes bloques, angostas gargantas, rocas aborregadas donde el agua tropieza bramando con estrépito.

Ya en Bachimaña el paisaje es estático. El murmullo del agua se ahoga bajo el manto nival. Aquí todavía es invierno. El ibón descansa bajo una sábana blanca que el sol irá desvaneciendo.

Contemplo un reino de severidad y rudeza. El sol, la nieve, el hielo y la roca imponen su ley; una ley de silencio y quietud para el deleite de mi espíritu”.

Pamplona, 2/04/2022

Hoy, que está nublado, veo desde mi ventana mayor número de detalles en el paisaje que en los días soleados. Me fijo en los claroscuros que esboza el verdor de las hojas de los castaños de Indias que enfilan la calle San Juan Bosco. La luz viva resalta ciertas particularidades en detrimento de otras, que quedan en la sombra. La media luz de esta mañana nublada pone a todas las hojas en el mismo plano. Rescata de la penumbra los verdores más ocultos. Ciertas inteligencias medianas ven con mayor precisión y con mayores matices la realidad humana, ya que las inteligencias más luminosas suelen ver solo lo esencial. Uno piensa que lo mismo sucede con la enfermedad. Sufrir dolor, en cierto grado, equivale a mirar en un día nublado. El que siempre ha gozado de una salud de hierro no puede advertir ciertas tonalidades que colorean nuestro mundo.

Pamplona, 20/04/2022

Josean con un amigo en Gran Paradisso, Alpes

Josema Erviti me ha llamado para interesarse por la evolución de mi enfermedad. Me ha comentado que, aprovechando la semana de vacaciones de carnaval, viajó con su mujer y su hija a Laponia para ver la aurora boreal. Hicieron un importante esfuerzo económico. La meteorología les fue adversa. Y regresaron sin disfrutar de sus verdinosos colores.

La conversación me ha provocado una reflexión. Uno tiende a pensar que la belleza queda enaltecida por la fugacidad, por la limitación, la dificultad, el esfuerzo dedicado a superar el obstáculo de observarla. ¿La exclusividad, el privilegio de ser uno de los pocos que tienen acceso a esa belleza, incrementa su valor?

Al ascender una montaña por una ruta exigente valoras mucho más la panorámica contemplada desde la cumbre que si subes cómodamente en teleférico. O descubrir que te mira un ciervo en el bosque, solo durante un mágico instante, es una experiencia bellísima.

Probablemente los obstáculos para la observación se van rellenando con imaginación. Y lo imaginado termina siendo más bello y perfecto que la realidad. ¿Es por eso que resulta más atractivo lo que se intuye que lo que realmente se ve? ¿El poder de la belleza queda resaltado por la limitación?

También sucede con la memoria. El paso del tiempo actúa como un obstáculo. Difumina y va modificando lo recordado. Y así vamos reconstruyendo historias mejores de lo que fueron en realidad. ¿Es por eso nos seducen tanto los mitos?

Uno piensa que tendemos a sobrevalorar lo más raro, lo más insólito. Chispazos muy fugaces de la vida. Y tendemos a infravalorar la belleza de lo cotidiano. Pasamos por muchos lugares habituales con nuestra capacidad de observación casi totalmente desmantelada. Ensalzamos lo extraordinario y prestamos escasa atención a lo más corriente. Pero, si lo pensamos bien, contemplar detenidamente un humilde pino que brota cerca de nuestra casa puede llegar a ser un ejercicio asombroso. Mucho más si nos esforzamos por buscar la mirada adecuada.

Pamplona, 21 de abril


Animal serás tú

Estábamos comiendo en familia y salió en la conversación algo del instituto, que no recuerdo, alguna discusión con alumnos sobre la naturaleza humana y animal. Mi hijo pequeño, Marcos, que tendría entonces unos siete años, volvió la cabeza, me miró y dijo. «Pero nosotros, no somos animales, ¿no?»

Si un niño es capaz de captar diferencias esenciales entre animales y humanos, ¿por qué algunos filósofos no?

El pasado día 9 de abril un periódico nacional publicó una entrevista con el filósofo Peter Singer, destinada -parece- a promocionar sus recientes publicaciones. Singer defiende los derechos de los animales y es el adalid de la liberación animal.


Empezamos mal. Desde el principio, el articulista (un científico y periodista, al parecer) descalifica a los que pensamos diferente como «observador(es) superficial(es), una especie cada vez más común en nuestros tiempos de frases agudas e ideas obtusas». Singer es peor. La idea de que el animal humano es diferente es

«el producto históricamente condicionado de las doctrinas de la inmortalidad, del pecado original, y de la condenación, que difícilmente se aceptan ahora; doctrinas que son tan detestables de hecho, que si alguien las aceptara nos veríamos inclinados a descalificar cualesquiera otras opiniones morales que esa persona sustentara».

Si eres creyente, cállate, no tienes nada que decir, tus creencias son detestables y te descalifican absolutamente en cuestión de ética.

Los filósofos contemporáneos suelen tener un pecado original (con perdón): no saben historia de la filosofía. A veces, tampoco historia del sentido común. Leemos en el artículo que comentamos:

«El filósofo admite que nuestra unidad con el mundo animal es una línea de pensamiento científico al menos desde el siglo XIX.»

«Hay pensadores —tal vez la inmensa mayoría— que no aceptan que los animales sean capaces de sufrir.»

¿No hay antes del siglo XIX científico o filósofo alguno que haya reconocido la animalidad del ser humano? ¡Sí, era lo normal! ¿Y no ha habido pensadores o no pensadores que hayan caído en la cuenta de que los animales sufren y se ponen contentos, y lo expresan con ladridos, bramidos, rugidos, maullidos...? ¡Cualquiera con la mínima capacidad de observación y sentido común!

Además, la espiritualidad e inmortalidad del alma no son «inventos» religiosos, son cuestiones filosóficas, que Singer debería conocer, si hubiera leído a Platón y Aristóteles, por ejemplo. La oposición entre evolución y creación, tal como aparece en el artículo de El País, es otra muestra de insuficiencia filosófica.

Dos apuntes más. Primero, si los animales tuvieran derechos, tendrían también deberes. Singer lo sabe: así lo da a entender cuando defiende una serie de derechos básicos de los animales,

«como el derecho a que no les maten, a que no les secuestren o encarcelen sin justificación ni juicio, y a que no les torturen para que otros se diviertan o hagan experimentos».

Pero... ¿de verdad Singer piensa que hay que hacer juicios a los animales?...

Segundo, para Singer la capacidad de sufrimiento es la «característica básica que le otorga a un ser el derecho a una consideración igual». Todos los animales somos iguales porque tenemos la misma capacidad de sufrir. 

«Establecer el límite [entre mero animal y ser humano] por alguna otra característica como la inteligencia o el raciocinio sería arbitrario. ¿Por qué no habría de escogerse entonces otra característica, como el color de la piel?».

Para él la capacidad de razonar es una característica que está al mismo nivel que el color de la piel. De la misma manera que el color de la piel no distingue esencialmente a una persona de otra, la capacidad de razonar no distingue esencialmente a una persona humana de una persona no humana, una golondrina, pongamos por caso, o un conejo...

Por otro lado, ¿por qué la capacidad de sufrir (y de sentir placer, que es la otra cara de la moneda) es lo específico de los seres sintientes? Los sofistas (por irnos lo más lejos posible en el tiempo de la filosofía) señalaban dos instintos básicos en el animal (también el humano): la búsqueda de placer y la ley del más fuerte. ¿Por qué Singer se queda con lo primero? ¿No es arbitrario? Claro, si admitiéramos la ley del más fuerte (la voluntad de poder) como instinto natural, tendríamos que aceptar el derecho de los hombres a dominar sobre los demás animales (de los más fuertes sobre los más débiles, en general). Así que mejor olvidarlo...


Mucho más habría que decir sobre esto. Afortunadamente José Javier ya lo tiene escrito. JJ fue alumno mío en el instituto Navarro Villoslada. Ahora enseña filosofía en Madrid y hace muchos años que me superó, para orgullo del profesor; de modo que lo mejor que puedo hacer es poner enlaces. Para los más atrevidos, un texto extenso, muy completo: De animales, hombres y personas. Aquí un resumen: Animalismo, desacralizar la vida humana.

Para leer el artículo de El País: Peter Singer: "La consciencia no es un fenómeno exclusivo de los humanos, ni siquiera de los primates"


sábado, 23 de abril de 2022

La banda sonora de la vida

 La avalancha de recuerdos que provocó ayer una fotografía tiene banda sonora. Las viejas canciones de mi vida estaban con hambre, se comieron varias horas de sueño.

No estoy seguro de poder transmitir las emociones que una canción despiertan en mi alma. La comunicación profunda es siempre difícil, ¡un milagro, diría yo! (Lo hablaba no hace mucho con Nacho, amigo desde hace muchos años.) Cuando lo que se quiere compartir es lejano en el tiempo y en el espacio... ¿Cómo podría transmitir el impacto de una canción en un momento dado de la vida, hacer vibrar en otro las mismas fibras que vibran en uno, si no compartimos el tiempo ni el lugar, ni el momento psicológico, ni las mismas experiencias vitales?

Supongo que la sensibilidad musical de cada uno se va formando a partir de lo que uno se habitúa a escuchar y a cantar, y a bailar. Igual que los nombres nos suenan bien o mal según con qué personas los asociemos, también con la música pasa algo parecido, que asociamos canciones con personas y eso les da un peso mayor para dejar su impronta en el alma. Por otra parte, no todos tenemos la misma cultura musical, que nos permitiría valorar la música de manera más objetiva, dentro de lo que cabe, y encontrar ahí un punto de apoyo para la comunicación.

En fin, a pesar de todo me parece que dedicaré más de una entrada a las canciones de mi banda sonora... ¡y os invito a hacer lo mismo!

La primera canción que recordé ayer (recordar es volver a pasar por el corazón) fue esta joya de Simon &  Garfunkel, Bookends (Sujetalibros)una pieza llena de melancolía:

El tiempo fue, y lo que fue, fue:
un tiempo de inocencia, un tiempo de confidencias.
Debió ser hace mucho, conservo una fotografía.
Guarda tus recuerdos; son lo único que te quedará.

La canción aparece dos veces en el álbum del mismo título, de 1968, y va asociada a una canción sobre la vejez (Old friends), una canción de las más tristes que compuso Paul Simon; pero es de una delicadeza que merece la pena escuchar. Será por su brevedad, no llega al minuto y medio, te deja pensando sobre el paso del tiempo. ¿Del pasado sólo quedan los recuerdos?

Esa canción me lleva a Time in a bottle, de Jim Croce, que murió en accidente a los treinta años en 1973, el mismo año de publicación de la canción.

Si pudiera guardar el tiempo en una botella,
lo primero que me gustaría hacer es guardar cada uno de los días,
hasta que la eternidad pase de largo,
para pasarlos contigo.
Si pudiera hacer que los días durasen para siempre,
si las palabras pudieran hacer realidad los deseos,
guardaría cada uno de los días como un tesoro
y luego, otra vez, los pasaría contigo.
Pero parece que nunca hay tiempo suficiente
para hacer las cosas que quieres hacer,
una vez que sabes cuáles son.
He visto lo suficiente como para saber que eres tú
con quien quiero atravesar el tiempo.
Si tuviera una caja para guardar los deseos
y sueños que nunca se hicieron realidad, 
la caja estaría vacía, excepto por el recuerdo
de cómo fuiste tú la respuesta a todos ellos.

La canción va dirigida a su hijo, aún no nacido en el momento de su composición, y nos da una clave para comprender la nostalgia del pasado de otra manera, sin la melancolía de Bookends: como deseo -imposible- de compartirlo plenamente, aunque de hecho compartir el pasado (contarte mi vida) es una condición de la verdadera amistad.

Mi interpretación es que sí es posible guardar el tiempo en una botella: tú y yo somos la botella, en cada uno de nosotros sobrevive el pasado, porque sin lo vivido no seríamos nosotros, no tendríamos el carácter que tenemos; nuestra manera de reaccionar, de emocionarnos y de comportarnos depende en buena medida de nuestra historia. Cuando me doy a otro, le entrego mi pasado y entrelazo con él mi futuro.




viernes, 22 de abril de 2022

Avalancha de recuerdos



 Mi hermano Nani me ha mandado esta foto hoy, hace nada, y no dejan de venirme recuerdos en tropel. Primero, el recuerdo de mis padres, que tenían esa foto en su colección. No me los imagino en otro lugar que no sea el cielo, después de lo que pasaron: la posguerra, ocho hijos que criar...

Mis padres el día de su boda.
Era 1939, por eso mi padre lleva aún uniforme militar.


La Vespa podría ser de alguno de mis cuñados. Nani recuerda que mi hermana Bego y Francis hicieron el viaje de novios en Vespa: podría ser ésa. Manolo era más de coches -de hecho era mecánico y aún recuerdo consejos suyos sobre conducción-; Rafa y Francis eran moteros, o así los recuerdo al menos.

Francis me dió un paseo en una de sus motos y desde entonces no he tenido interés en ellas. También monté con él en Biscuter, un minicoche de fabricación española, descapotable, con la chapa de dos colores, crema y burdeos. Conduciendo cerca de la costa cantábrica, un día soleado, sin capota, mi cuñado me hizo ver lo a gusto que íbamos, aunque la gente se pudiera reír de nosotros. Me llevó a hacer pesca submarina; mientras él buceaba, yo esperaba sentado en la escollera, en una roca. Es una de las cuatro veces que recuerdo haberme aburrido mortalmente...

Biscuter

En la Vespa Nani distingue el escudo del Betis (cosa peculiar) y el del Arenas de Getxo, club de fútbol creado en 1909, nada menos. Eso no es raro porque nosotros vivíamos en Las Arenas. Nani me llevó a ver un partido: fue otra de la ocasiones que recuerdo haberme aburrido mucho mucho. Además había que estar de pie para ver el partido y yo era pequeño y no veía nada y estaba cansado y quería irme.

A pesar de todo, yo me sentía querido por ellos, mira tú; aunque debo reconocer que, sobre todo, me sentí querido por mis hermanas :). Soy el séptimo de ocho hermanos, cinco hermanas mayores, un hermano mayor -Nani- y un hermano pequeño, Jose, síndrome Down, del que hablé en este blog hace tiempo. Así que, la foto de la Vespa me ha traído recuerdos y ha hecho que me sienta agradecido, una vez más, por tantas cosas vividas en Las Arenas y en el barrio de Romo.

En la foto falta mi hermano Jose, el pequeño. A la derecha,
Espe, la mayor, que falleció el pasado mes de noviembre.

En esta entrada me referí a Jose: Golondrina sin alas.

El verano pasado recorrí con mi hijo Marcos los lugares de mi infancia en Las Arenas y Romo. Este es el vídeo de la visita:


Miedo a la muerte

 Nueva entrada del Diario de Josean


Una mañana de domingo, cuando Martín tenía cuatro años, nos vimos rápidamente envueltos en una brutal tormenta, a dos mil metros de altitud, en un desolado laberinto kárstico del valle de Linza. Escuchábamos potentes truenos y, a continuación, cada vez más próximos, golpeaban la roca caliza imponentes relámpagos. El viento nos zarandeaba violentamente. Martín me miró a los ojos, con el miedo inscrito en su cara, y me dijo “Papá, ¿nos vamos a morir?”

Más aún que la impetuosa tormenta, me asombró que mi hijo, a tan corta edad, tuviese presente la muerte y la temiese. Le cogí con firmeza de la mano y le dije que no se soltase. Que íbamos a bajar, sin prisa, pero sin pausa, en busca del hayedo. Que en el interior del bosque ya estaríamos casi salvados.

No sirve de mucho quedarse paralizado, imaginar, angustiarse. El miedo queda empequeñecido cuando nos lanzamos en pos de mejorar la seguridad. Hay que analizar la situación. Y actuar con coraje. Prestar atención a cada paso. Vivir el presente. El futuro dependerá de lo que hagamos ahora.

Valle de Linza, Pirineos de Huesca


Actualmente me atemoriza el cáncer avanzado con metástasis que arrastro. Me inquieta porque amenaza mi vida. Y quiero vivir más. No me aporta consuelo quien dice “no tengas miedo”. Ya lo dice un célebre proverbio, “quien no percibe el miedo es un loco o un insensato”. Lo esencial es aprender a utilizarlo. Escuchar atentamente los pensamientos. Transformar esa emoción irracional en una herramienta para actuar inteligentemente. 

La pregunta clave no es, ¿tengo miedo? Me parece mucho mejor, ¿cómo voy a manejar mi miedo? ¿Qué acciones voy a tomar para aumentar mis probabilidades de supervivencia?

Quiero tratar de entender cómo funciona este cáncer. Estudiar mis posibilidades. Confiar en quien sabe. Tomar las mejores decisiones. Este es mi desafío actual.

Pero también debo evitar que el miedo martillee continuamente mi mente. Relajarme. Encontrar sentido y saborear los pequeños detalles de cada día. Ver la enfermedad con una perspectiva adecuada. Sin dejarme acorralar por la angustia que genera la incertidumbre. Manteniendo la esperanza.

Pamplona, 17 de abril de 2022

domingo, 17 de abril de 2022

Secretos del corazón

 Marimar me recomendó ayer la película “Secretos del corazón”. La vio el pasado viernes por la noche en TVE2. Yo ya guardaba buen recuerdo de ella. Más que recuerdo, una lejana evocación del año 1997. Como Marimar conoce bien mis gustos, y el paso del tiempo ha ido desvaneciendo mi memoria, me he animado a recuperarla visionándola en RTVE Play.




Una maravilla. Ha tocado muchos resortes de mi cerebro. Me ha emocionado. Muchas localizaciones de la película son lugares que transité asiduamente en mi juventud. La vieja estación de autobuses de Pamplona, punto de partida de muchas de mis excursiones. Ochagavía, pintoresco pueblo del valle de Salazar donde se forjaron mis primeros anhelos pirenaicos. Las desvencijadas pasarelas del Club Natación escenifican una de las escenas más poéticas. Atravesé muchas veces el río Arga como los protagonistas de la película, venciendo el miedo, saltando de una en una aquellas pilastras de cemento.

También gocé de un encuentro con Montxo Armendáriz, director y guionista del film. Vivía en La Chantrea, el mismo barrio que yo. Yo era un adolescente y él un joven profesor de electrónica en un centro de FP. Lo conocí en una charla sobre orientación profesional del colegio. Era uno de los cinco o seis ponentes. Todos mostraban una aseada imagen vistiendo chaqueta y corbata. Todos menos él. Él llevaba un jersey de lana que parecía venirle grande. Acentuaba su desaliño con un pelo ondulado y largo. Los conferenciantes fueron exponiendo su información. Una retahíla de datos técnicos, de asignaturas y posibilidades posteriores de empleo.

Montxo Armendáriz habló en último lugar. Me impactó. Han pasado más de 40 años y lo recuerdo vivamente. Apeló a rebuscar en interior de cada uno. A conocer bien nuestros deseos. A lanzarnos sin miedo a cultivar alguna afición en profundidad. Nos dijo que optásemos decididamente por lo que nos provoca pasión. Que tomásemos las riendas de nuestra vida. Que si una asignatura no nos interesaba la podíamos salvar incluso copiando. Pero que dedicásemos tiempo y energía a lo que nos provoca asombro.



Años después, Montxo terminó haciendo de su pasión su profesión y abandonó la docencia. Me agradan mucho otras películas suyas como “Tasio” o “Las cartas de Alou”, pero “Secretos del corazón” me ha conmovido. Con tantos apegos sentimentales es muy probable que sea subjetivo. Pero la película le invita a uno a reflexionar sobre la importancia de conservar la capacidad de asombro. Fascina la mirada limpia de un niño curioso, en permanente búsqueda, tratando de entender las motivaciones de los adultos. Un despertar hacia los misterios de la vida. Un tránsito de la luminosa pureza infantil a los claroscuros de las contradicciones mundanas.

El diario de Josean, Pamplona, 3/04/2022

sábado, 16 de abril de 2022

Gastrosofía

 A mis hijos y amigos cocinillas, cocineros y cocineras, antes de que se pase la Pascua... este artículo de El Confidencial:

¿Hay que estar borracho para entender a Hegel?



«La vigencia del ramadán y del periodo de cuaresma representa un buen argumento para estudiar las complejas relaciones de la religión y la gastronomía, aunque las restricciones hacia el yantar y el beber ya formaban parte de las preocupaciones de los filósofos presocráticos. Incluido Pitágoras, cuya sensibilidad hacia las cuestiones matemáticas y metafísicas —derivadas las unas de las otras— no contradicen la beligerancia con que el sabio de Samos renegaba de los placeres del cuerpo y del paladar.»

Para leer el artículo, pinchar aquí.

Un par de lágrimas


Nada es tan necesario al hombre como un par de lágrimas
[Blas de Otero]


Rescato del álbum de recuerdos esta foto de mi sobrino y ahijado Gonzalo Deán Oroz, biólogo y fotógrafo naturalista, con la que ganó un premio hace... equis años...

martes, 12 de abril de 2022

Paciente y médico

Tendido en un sillón de una pequeña habitación del hospital me han atado, a las ocho y cuarto, a una máquina desde el que cuelga una bolsa de suero que contiene un preparado líquido de oxaliplatino. Este veneno va goteando a un ritmo pautado por un tubo. Sigue descendiendo hasta fundirse con mi sangre en el brazo izquierdo. La vena inyectada se ha ido inflando poco a poco. Es ya mi tercera vez. En la primera me tranquilizó el pensamiento de estar iniciando mi andadura hacia la recuperación.


Hoy me noto malhumorado. Para administrarme la quimioterapia me han vuelto a pinchar en vena porque en las tres semanas anteriores no han encontrado un hueco para para instalarme un reservorio, un catéter bajo la piel. El mosqueo aumenta porque me han clavado la aguja dolorosa y deficientemente. Por ello de vez en cuando el flujo de oxaliplatino se obstruye y la máquina emite un pitido. Las enfermeras trajinan aceleradamente. Hay más pacientes que otros días. Se nota que la festividad de Semana Santa está al caer. Tras el oxaliplatino me suministrarán por primera vez Bevacizumab. Me siento como un drogadicto con mono de información.


Ha pasado a visitarme el oncólogo. Ha pasado fugazmente. Ha pasado menos tiempo conmigo del que me gustaría. Con una mirada huidiza. Ya traía preparada la receta con las pastillas para el próximo ciclo de quimioterapia. Y me provoca desconfianza sospechar que me ha administrado Bevacizumab, no por iniciativa propia, sino porque Inés se lo ha sugerido.
Pienso en la asimetría de nuestra relación. Él para
 es importantísimo. Toma decisiones sobre el mayor problema de salud de mi vida. Pero yo debo ser solo un incidente rutinario en su dilatada experiencia.


Me gustaría que hablase más conmigo, que se preocupase un poco más por conocer mis circunstancias, que me contase con más detalle las alternativas que maneja para controlar mi enfermedad. No es que me desatienda. Pero pasa informándome lo justo. Soy yo el que intenta sonsacar sus intenciones. Me incomoda la idea de ser un abusón. Es probable que en diez minutos tenga otro paciente arrastrando otro cáncer. Y poco después, otro.


Trato de reducir mi ansiedad. Respiro pausadamente. Focalizo mi mente en buscar mayor sosiego. Me concentro el paisaje que se observa tras la ventana. Más allá de las edificaciones, sobre el césped, se alzan tres hileras de árboles que exhiben una amplia gama de tonalidades verdes. Verdes amarillentos, verdes azulados, verdes grises. El césped, verde brillante e intenso. Me voy relajando.


La máquina emite un pitido. Esta vez no es por una obstrucción del flujo de medicamento. Es un aviso de que la bolsa se ha vaciado completamente y toda la dosis del veneno ya circula por mis venas. Entra una enfermera sonriente. Promete que en cinco minutos me quitará la aguja del brazo y me desconectará del Bevacizumab. Son la una y cinco. Casi cinco horas con la aguja inyectada en vena. Inicialmente me han introducido sueros preparatorios con Urbason y Aprepitant. A continuación, los productos citotóxicos, oxaliplatino y Avastin. Para finalizar otro suero limpiador. En estas cinco horas me han acompañado Marimar y la lectura de “Hombre lento” de Coetzee.


Intento ponerme en el lugar del médico. Entiendo que pretenda mantener cierta distancia. El lastre emocional de un oncólogo que se implica profundamente con sus pacientes puede ser excesivo. Liberado ya de la atadura que une mi brazo con la bolsa de suero me pregunto, ¿qué puedo hacer para manejar mejor esta situación?


El diario de Josean, Pamplona, 11/04/2022

domingo, 10 de abril de 2022

Contradicciones

 El diario de Josean (4)

Hoy llueve intensamente por el sur de España. Pero a través de mi ventana, hacía ya varias semanas que no penetraba una luz tan intensa. Su fortaleza me ha transmitido entusiasmo. El cielo azul y la compañía de Marimar me han animado, por primera vez en este mes de marzo, a salir de casa. A gozar del sol paseando sosegadamente hasta la plaza Félix Huarte.
Los cerezos repletos de flores blancas lucen con asombrosa intensidad. Esta fogosidad deslumbrante se extiende sobre las ramas hasta las copas. Una breve ensoñación me invita a imaginarlas elevándose todavía más, creciendo indefinidamente, fundiéndose con una nube bajo el azul.



Varias personas, al igual que nosotros, disfrutan del vigor de esta luz primaveral al resguardo del viento. Marimar inicia el camino hacia la librería Don Policarpo para comprar “El País”. En el banco de enfrente, una chica negra, centroafricana, atiende a una anciana con parte de la musculatura de su cara paralizada. Desde la puerta de la parroquia del Corazón de Jesús, se aproxima a ellas un hombre sentado en una silla de ruedas impulsada por otra cuidadora sudamericana. Bajo el cobertizo del Civivox, dos jóvenes de raza eslava comen pipas. Muy rubias, muy blancas de piel, bastante altas ambas. Podrían ser ucranianas.


Su presencia me invita a pensar en la guerra de Putin. Las televisiones llevan semanas explotando el relato emocional, la compasión, el dolor y la pena. La ciudadanía europea nos estamos volcando con los refugiados ucranianos. Somos solidarios. Pero al mismo tiempo la policía se está empleando a porrazos con los inmigrantes que intentan atravesar la valla de Melilla. ¿Acaso no huyen de guerras también deplorables? ¿O es que su civilización no es tan apreciable?



Intuyo profundas contradicciones. Dudo. Como casi siempre. Dudo de lo que pienso. Y de lo que siento. Pero las dudas se transforman en alegría cuando vuelvo mi vista hacia la chica centroafricana. La miro con atención. Una profunda sensación de fraternidad me invade.


Pamplona, 23/03/2022

Jesús, entra

 Domingo de Ramos 2022


sábado, 9 de abril de 2022

Arriba y abajo

El diario de Josean (3) 

Trato de evitarlo. Intento ser más comedido. Pero, a veces, parezco bipolar. He de reconocer que me siento como girando en una noria. Arriba y abajo. Percibo una extraña mezcla entre lo sublime y lo patético. Entre la comedia y el terror. Paso de la euforia a la desesperación. De encontrarme bien y sentir excitación, a recibir una mala noticia o padecer un dolor que evidencian vertiginosamente mi profunda vulnerabilidad.

Ayer me sentía repleto de adrenalina. La percibía fluyendo por mi cuerpo. Me sumergí durante una hora, con deleite, en los entresijos del sanatorio Berhof de “La montaña mágica” de Thomas Mann. Con buena agudeza mental, dediqué otra hora a plasmar las ensoñaciones de la noche anterior en mi diario. Antes de comer, disfruté de una agradable caminata con Marimar. Pero después, tras una mala digestión, el malestar de mis intestinos se propagó a todo mi ser.




Hoy estoy aún más abajo. He recibido el resultado del análisis genómico de la muestra de tejido tumoral que me extrajeron en la biopsia de hígado. Tengo una mutación en el exón 2 del gen KRAS. Es difícil para quien no es profesional interpretar esta información. Pero pronto he sabido que no hay pastillas para atajar este desarreglo. Las mutaciones del gen KRAS son muy frecuentes en cánceres de pulmón y páncreas, los más letales. 

La mutación KRAS actúa como un interruptor de luz averiado. Una vez pulsado ya no se apaga. Expresa un gen que ordena dividir las células sin descanso. Tiene además la habilidad de modificar los receptores de las membranas celulares, lo que le permite viajar a las células cancerígenas de unos órganos a otros. 

Parece que no he tenido suerte. Había otras posibles mutaciones, como la PIK3CA, cuyos daños se minimizan con un tratamiento efectivo. Unas píldoras que mantienen a raya este cáncer. Mi esperanza, hoy más menguada, probablemente deberá transitar por el camino de la inmunoterapia.

En días como hoy intento poner coto a la catástrofe imaginando metáforas. Me alivia inventar historias que ofrezcan paralelismos o intenten arrojar luz. Juego a hilvanar ideas y palabras. Un buen relato es un potente analgésico. Contribuye a mirar la realidad con la perspectiva más adecuada. Ya lo decían los estoicos. No es lo que te pasa, sino cómo reaccionas ante ello. Construir un buen relato ayuda a interpretar lo que sucede. Y a cambiar el ángulo con el que observar el panorama.




Abril se ha estrenado muy frío. Los copos blancos golpean inusitadamente el cristal de mi ventana. Los coches lucen ya un abrigo blanco. Nieva en Pamplona. Y nieva en mi corazón. Pero saldrá de nuevo el sol. 

Suena el móvil. Las palabras de Ketxu me provocan la sonrisa. Llega de la cocina un aroma sutil. Marimar vuelve a cocinar primorosamente los calamares que tanto me complacen. 

Pamplona, 1/04/2022.

Dust in the wind

 Me llegan con frecuencia estas últimas semanas los ecos de una canción, que en mi mente va asociada a personas de las que hace muchos años que no sé nada. ¡Qué misterio, que en la trayectoria de nuestra vida se crucen las de otros, a veces brevemente pero de manera intensa! En el colegio, en la universidad, en el lugar de trabajo o de ocio, de entre miles de posibilidades nos encontramos con éstas personas y no otras. Mirarlo así me lleva a preguntarme si el encuentro fue fecundo, si supe dar lo que hubiera debido dar a esas personas y recibir lo que me ofrecieron ellas.

La canción del grupo Kansas Dust in the wind es de 1977. Parece ser que la letra está inspirado en un canto de indígenas norteamericanos y dice así, traducida libremente:

Cierro los ojos solo por un instante

y el instante ya es pasado.

Todos mis sueños pasan ante mis ojos

como algo extraño.


Polvo en el viento,

eso es lo que son, polvo en el viento.


La misma vieja canción,

solo una gota de agua en un mar infinito.

Todo lo que hacemos se derrumba en el suelo,

aunque nos neguemos a verlo.


Polvo en el viento,

eso es todo lo que somos, polvo en el viento.


No te aferres a nada,

porque nada dura para siempre,

excepto la tierra y el cielo;

la vida se nos escurre,

ni todo el dinero del mundo

puede comprar un solo minuto.


Polvo en el viento,

es lo que somos, polvo en el viento,

todo lo que hay es polvo en el viento.




Resulta muy cuaresmal la referencia al polvo («recuerda que eres polvo y en polvo te has de convertir»); pero la imagen del hombre y del mundo se quedaría muy pobre (y falsa) sin hacer referencia también al viento del Espíritu, viento que da vida y tiene poder de elevar el polvo que somos hasta alturas insospechadas...

viernes, 8 de abril de 2022

Love Talks

 La IFFD organiza los días 4 y 5 de junio un congreso «para descubrir la belleza de la sexualidad y la afectividad a lo largo de la vida».

El curso pasado estuve colaborando con la International Federation for Family Development (IFFD), formando equipo con abuelos y abuelas de los dos lados del charco, revisando y actualizando un programa de desarrollo para abuelos, claro. Este es el el vídeo de presentación de la IFFD:



«Soñamos con descubrir juntos la belleza de la vida en familia
para inspirar un mundo más humano.»

Comportamientos sociales cancerígenos

 El diario de Josean (2)

En la cama, a las seis de la mañana, ya sin esperanzas de echar otra cabezada, mi mente da vueltas a la idea de que el cáncer es una enfermedad de sobreproducción. De crecimiento fulminante. Predispuesta hacia los abismos del descontrol. Los tumores son propiciados por células que desarrollan estrategias moleculares incapaces de frenar por sí mismas. Estrategias que les proporcionan una autopropulsión que les permiten acelerar. Crecen por el mero hecho de hacerlo. Se desentienden de la sincronía con el resto de las células. Colonizan nuevos tejidos y órganos. Aunque el cuerpo vaya enfermando. Y si no se atajan, no se detienen hasta la aniquilación del organismo.



A las seis y media, antes de levantarme, escucho en la radio una cascada de noticias empresariales. Un prestigioso economista habla de las bondades del marketing para impulsar las ventas. Necesitamos elevar el PIB. Ampliar. Acelerar. Ganar más. Crecer por el mero hecho de hacerlo. Favorecer aún más el consumo. Colonizar nuevos mercados. Maximizar beneficios a costa de cualquier otra circunstancia. ¿Se comporta nuestro sistema capitalista como un cáncer?

Vamos perdiendo sincronía con el entorno. Nuestro planeta muestra ya severos síntomas de extenuación. Expoliamos recursos descontroladamente. Sabemos que el clima, los suelos, la naturaleza se van enfermando. ¿Estamos actuando como células tumorales?



En estos tiempos acelerados, se favorece el consumo de acontecimientos. Todo se agita rápido para que se decanten de la razón a la emoción. Un titular sucede a otro con celeridad. Se provocan muchos destellos fugaces. El bombardeo rápido y disperso de datos y noticias dificulta cada vez separar lo veraz de lo falso. Las mayores audiencias se logran editando carruseles vertiginosos de imágenes. La información se predispone hacia los abismos del descontrol. ¿No es este un comportamiento cancerígeno? ¿Qué tratamiento nos debemos aplicar?

Uno sospecha que es conveniente reflexionar más. Interrogarse sobre qué queremos y necesitamos realmente. Repensar si deseamos esclavizarnos ante las promesas de una vida cada vez más cómoda y más veloz. Buscar una mirada con otra perspectiva más profunda de la realidad. Desacelerar el ritmo de muchas actividades. Consumir menos. Reestablecer sincronías.

6 de abril de 2022