miércoles, 27 de abril de 2022

¿Me querrás cuando sea viejo?

 En una entrada anterior, La banda sonora de la vida, hice referencia a Bookends, de Simon & Garfunkel, la canción que abre y cierra la primera parte del álbum del mismo nombre. La segunda aparición viene a ser el epílogo de una de las canciones más tristes que conozco, Old Friends. Si la hubiera compuesto yo y quisiera "enseñársela" a mi amigo Javi (López de Guereña, en la actualidad músico profesional, con quien tocaba y componía en los años de colegio), me habría hecho callar con una mirada nada más tocar los dos primeros acordes.


Viejos amigos,
sentados en su banco del parque como sujetalibros,

inmóviles, casi inertes, como sujetalibros.

Un periódico vuela a través de la hierba
y se enrolla en sus tobillos.
Viejos amigos,
ancianos compañeros de invierno,
arrebujados en sus abrigos,
esperando la puesta de sol.
Los sonidos de la ciudad, tamizados por los árboles,
se depositan como polvo sobre los hombros de los viejos amigos.

Entonces, los dos viejos amigos, Paul y Art, se interpelan:

¿Te imaginas, nosotros dentro de unos años,
compartiendo un banco del parque en silencio?
¡Qué terriblemente extraño tener setenta años!

A continuación la orquesta transmite claramente esa sensación de extrañeza, "terrible", de unos viejos que parecen estar de más en el mundo, con el que han perdido la armonía... Deprimente.


Otra imagen sonora de la vejez es la que escuchamos en el mítico álbum Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club BandPaul McCartney empezó a componer When I´m sixty four en la adolescencia, pero The Beatles no la grabaron hasta 1967. Con aire jovial, al estilo años 20, la canción es una broma en forma de carta.

Cuando me haga viejo y se me caiga el pelo
dentro de muchos años,
¿seguirás mandándome una tarjeta de San Valentín
y felicitándome el cumpleaños con una botella de vino?
(…)
¿Aún me seguirás necesitando, aún me seguirás preparando la comida
cuando tenga sesenta y cuatro años?
Tú también serás vieja pero, con solo decir una palabra, me quedaré contigo.
Me tendrías siempre a mano, reparando un fusible cuando se vaya la luz.
Tú tejerías un jersey junto a la chimenea
y saldríamos a pasear los domingos por la mañana.
Yo me encargaría del jardín, cortando la hierba.
¿Qué más se puede pedir?
(…)
 Mándame una postal, escríbeme unas líneas con tu punto de vista,
indicando con precisión lo que piensas.
Atentamente suyo, consumiéndome,
deme una respuesta, rellene un formulario,
¡mía para siempre jamás!

Aquí no hay viejos amigos, sino dos enamorados imaginando el futuro con amor y humor...





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