sábado, 23 de abril de 2022

La banda sonora de la vida

 La avalancha de recuerdos que provocó ayer una fotografía tiene banda sonora. Las viejas canciones de mi vida estaban con hambre, se comieron varias horas de sueño.

No estoy seguro de poder transmitir las emociones que una canción despiertan en mi alma. La comunicación profunda es siempre difícil, ¡un milagro, diría yo! (Lo hablaba no hace mucho con Nacho, amigo desde hace muchos años.) Cuando lo que se quiere compartir es lejano en el tiempo y en el espacio... ¿Cómo podría transmitir el impacto de una canción en un momento dado de la vida, hacer vibrar en otro las mismas fibras que vibran en uno, si no compartimos el tiempo ni el lugar, ni el momento psicológico, ni las mismas experiencias vitales?

Supongo que la sensibilidad musical de cada uno se va formando a partir de lo que uno se habitúa a escuchar y a cantar, y a bailar. Igual que los nombres nos suenan bien o mal según con qué personas los asociemos, también con la música pasa algo parecido, que asociamos canciones con personas y eso les da un peso mayor para dejar su impronta en el alma. Por otra parte, no todos tenemos la misma cultura musical, que nos permitiría valorar la música de manera más objetiva, dentro de lo que cabe, y encontrar ahí un punto de apoyo para la comunicación.

En fin, a pesar de todo me parece que dedicaré más de una entrada a las canciones de mi banda sonora... ¡y os invito a hacer lo mismo!

La primera canción que recordé ayer (recordar es volver a pasar por el corazón) fue esta joya de Simon &  Garfunkel, Bookends (Sujetalibros)una pieza llena de melancolía:

El tiempo fue, y lo que fue, fue:
un tiempo de inocencia, un tiempo de confidencias.
Debió ser hace mucho, conservo una fotografía.
Guarda tus recuerdos; son lo único que te quedará.

La canción aparece dos veces en el álbum del mismo título, de 1968, y va asociada a una canción sobre la vejez (Old friends), una canción de las más tristes que compuso Paul Simon; pero es de una delicadeza que merece la pena escuchar. Será por su brevedad, no llega al minuto y medio, te deja pensando sobre el paso del tiempo. ¿Del pasado sólo quedan los recuerdos?

Esa canción me lleva a Time in a bottle, de Jim Croce, que murió en accidente a los treinta años en 1973, el mismo año de publicación de la canción.

Si pudiera guardar el tiempo en una botella,
lo primero que me gustaría hacer es guardar cada uno de los días,
hasta que la eternidad pase de largo,
para pasarlos contigo.
Si pudiera hacer que los días durasen para siempre,
si las palabras pudieran hacer realidad los deseos,
guardaría cada uno de los días como un tesoro
y luego, otra vez, los pasaría contigo.
Pero parece que nunca hay tiempo suficiente
para hacer las cosas que quieres hacer,
una vez que sabes cuáles son.
He visto lo suficiente como para saber que eres tú
con quien quiero atravesar el tiempo.
Si tuviera una caja para guardar los deseos
y sueños que nunca se hicieron realidad, 
la caja estaría vacía, excepto por el recuerdo
de cómo fuiste tú la respuesta a todos ellos.

La canción va dirigida a su hijo, aún no nacido en el momento de su composición, y nos da una clave para comprender la nostalgia del pasado de otra manera, sin la melancolía de Bookends: como deseo -imposible- de compartirlo plenamente, aunque de hecho compartir el pasado (contarte mi vida) es una condición de la verdadera amistad.

Mi interpretación es que sí es posible guardar el tiempo en una botella: tú y yo somos la botella, en cada uno de nosotros sobrevive el pasado, porque sin lo vivido no seríamos nosotros, no tendríamos el carácter que tenemos; nuestra manera de reaccionar, de emocionarnos y de comportarnos depende en buena medida de nuestra historia. Cuando me doy a otro, le entrego mi pasado y entrelazo con él mi futuro.




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