La Pasión de Cristo

Revivir el dolor

Habrá quienes vean La Pasión de Cristo como un espectáculo sangriento, repugnante, insoportable; habrá quienes vayan a verla como quien se acerca a un accidentado sin intención alguna de ayudar, por morbo. Habrá quien se aburra, porque lo que se cuenta ya es conocido; en cambio, quien no conozca los evangelios con cierto detalle se perderá de la misa la media. Habrá quien vaya a verla para poder insultar a Mel Gibson o para escandalizarse farisaicamente de la fe de los cristianos. En definitiva, habrá entre los espectadores las misma actitudes que hubo hace dos mil años entre los que estaban en el Calvario. En mi opinión, para un cristiano La Pasión es una película que hay que ver en oración, en actitud contemplativa.

Durante dos horas, asistimos a los acontecimientos centrales de la historia de la salvación, que es la historia de la humanidad: los misterios de dolor del Hijo del Hombre, que son – el guión lo transmite con claridad - los misterios del amor de Dios por nosotros. Son hechos que los cristianos conocemos bien; los meditamos en el Santo Rosario y en el Via Crucis, los revivimos cada año en la Semana Santa. Y, sin embargo... Quizás sea por influencia de las críticas previas que han insistido en la violencia de la película, lo cierto es que me parece que es más violenta para la conciencia que para la sensibilidad, porque Jesús padeció y murió por nuestros pecados: dice el Santo Cura de Ars en uno de sus sermones que los dolores físicos de la Pasión fueron nada en comparación con el dolor que le infligimos los cristianos con nuestros pecados personales.

Ciertamente, acostumbrados a los crucifijos “lavados”, pulidos, marfileños, casi incoloros, el verismo de Mel Gibson resulta duro; no porque se haya recreado gratuitamente en la violencia, sino porque hace visibles los sufrimientos de Cristo tal y como se narran en los evangelios, como los anticiparon el salmista e Isaías, como los describe la ciencia y como los compartieron místicamente los santos. Sin duda, uno de los méritos de la película es precisamente la buena documentación del guión a este respecto.

Por otro lado, las recreaciones imaginativas – junto con los flashbacks de escenas evangélicas - contribuyen a dar mayor densidad narrativa a la historia y a subrayar el sentido teológico de lo que estamos viendo: la presencia del demonio, las escenas “apócrifas” de la vida de Jesús, la “construcción” de la figura de Simón de Cirene, de Pilato y su esposa...

Hay detalles que hacen pensar que los guionistas (Mel Gibson y Benedict Fitzgerald) no sólo conocen la vida de Cristo, sino que la han meditado: la acertada utilización de determinadas citas; la presencia destacada de la Virgen a lo largo de toda la Pasión, ayudando con la mirada a su Hijo y deseando morir con Él; la inserción en flashback durante la crucifixión de escenas de la última cena, poniendo de manifiesto el carácter eucarístico de la Cruz – el carácter sacrificial de la Misa -... En resumen: cine bien hecho, para rezar: quizás eso es el cine religioso.




 

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