viernes, 3 de junio de 2022

Valores y educación

 A propósito de la detención de dos menores de dieciséis años por robo con fuerza durante una fiesta en casa de un amigo, Alberto reflexiona sobre la educación y lo que los centros educativos ofrecen a los padres.


¿Qué es lo que queremos para nuestros jóvenes?

Por motivo de mi dedicación profesional tuve conocimiento de que por parte de un cuerpo policial se había procedido a la detención de dos jóvenes de 16 años por un robo con fuerza en una casa. Este hecho se produjo cuando un amigo de estos les invitó a una fiesta en su casa. Estos dos jóvenes, ante una puerta de la casa que estaba cerrada con candado, lo forzaron, entraron en esa habitación y se llevaron dinero en efectivo.

Usted, lector, que ha leído hasta aquí, seguro que ya ha etiquetado a esos jóvenes, incluso se ha formado en su cabeza una imagen mental de su aspecto o, lo que es más, incluso se habrá preguntado qué valores y qué educación están recibiendo esos angelitos.

Tras su arresto manifestaron que veían lícita su conducta, ya que querían conocer y saber qué había detrás de esa puerta, que si estaba cerrada por algo era; incluso uno se atrevió a decir que le habían tomado las huellas y hecho fotos como a los malos de las películas y que eso le traería popularidad entre los suyos.

Pues bien, déjeme que le diga, que esos dos angelitos y todos los demás compañeros de fiesta son alumnos de uno de los colegios más prestigiosos y con más nombre de esta ciudad (da igual dónde este leyendo esto, en su ciudad también puede pasar), de los que pasan el cepillo al final de cada mes, de esos que cuando vas a visitar no falta el paseo frente a la vitrina de trofeos y donde el encargado de la visita saca pecho de los logros de los alumnos más sobresalientes.

Esto me ha recordado las visitas que realicé a varios colegios para matricular a mi primogénita el curso próximo. Todas tenían un denominador común: “el 98,8% de nuestros alumnado aprueba la EVAU, el 85,6% habla este idioma o el otro, o los dos a nivel C1 certificado con el país que toque, el 100% supera la ESO con una media de sobresaliente”, etc., etc., etc. Lo cual ahora me hace pensar, ¿qué queremos para nuestros jóvenes, ya sean nuestros hijos o nietos, queremos que sean capaces de multiplicar, de hacer derivadas, de conocer cuál es la capital de un país o de otro, de pedir comida en el McDonald’s en cualquier idioma? Porque parece ser que eso es lo que nos venden ahora mismo lo colegios, la excelencia curricular; pero ¿qué pasa con la educación de nuestros hijos en valores?, y con educación me refiero al trato que dan a su semejantes ¿Dónde se aprende, en casa o en la escuela? ¿Quién está equivocado, el profesor o el padre?

Debemos educar a nuestros jóvenes desde ambos agentes socializadores. Me entristece subir a un autobús urbano de cualquier ciudad y ver cómo niños de 14-15 años no ceden los asientos a embarazadas, ancianos o impedidos, porque tanto ellos cuando van solos, como quien les acompaña (incluso adultos) van pendientes de sus teléfonos sin preocuparse por el prójimo. Pongo el ejemplo del autobús por ser el más gráfico, pero hay más, escuche, escuche: ayudar a alguien a cruzar la calle, parar el abuso a un compañero de clase por parte del matón, faltar al respeto a un mendigo, no decir ni hola, ni adiós, ni gracias, ni de nada, entre otros ejemplos, aunque hay excepciones, no vayan a pensar que todo es blanco o negro.

Quizá se deba dejar de lado conocer cuál es la capital de los 195 países del mundo e invertir en educación; tampoco pido grandes milagros, saber decir hola y adiós, tratar de usted a los desconocidos, ceder el asiento en el autobús, en resumen, esos pequeños gestos que te sacan una sonrisa. En mi opinión de casa se sale “meao y cagao” y quizá esto deba enseñarse en casa y reforzarse en los centros docentes mediante asignaturas de nueva creación, donde se aprendan estas cosas y otras más útiles que el conjunto vacío como es rellenar una instancia, trámites con la administración, legislación básica, cómo pagar una multa o cómo formular una reclamación o una queja o sugerencia, o conocer las obligaciones que tienen como ciudadanos, sí, sí, obligaciones, todo el mundo conoce sus derechos, y de sobre es conocido este extremo; todos hemos oído a alguien decir, ya que está muy de moda: “es que tengo derecho, es mi derecho”, y sí, razón no le falta, pero lo que quizá deba de saber esa buena persona es que también tiene obligaciones.

Deberíamos dar a los jóvenes herramientas para los problemas a los que como adultos tendrán que afrontar sí o sí y no darles todo hecho. Y usted, ¿qué quiere o espera de nuestros jóvenes?

Alberto Miguel

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