domingo, 18 de diciembre de 2011

Golondrina sin alas


A mi hermano Jose,
cuando nos encontremos en el cielo
de las golondrinas sin alas,
porque allí sí entenderá.

Jose (así, con acento en la primera sílaba), mi hermano pequeño, tiene más de cincuenta tacos… y siempre será pequeño. Es discapacitado. Subnormal, decíamos, y no era un insulto: solo la constatación de un hecho. Pero escondemos las palabras duras como algunos escondían a sus hijos Down en casa o en un asilo. Ahora se esconden menos porque muchos nunca ven la luz: sencillamente, no se les da a luz…
Alguien ha dicho que la catadura moral de una sociedad se puede medir por el modo en que se ocupa de los más débiles. Por eso me alegra cualquier iniciativa que tenga por objeto promover la dignidad personal de quienes están por debajo de la normalidad en algún aspecto: intelectual, psicológico, físico, económico, social, etc. Lo que no me parece bien es que confundamos las cosas; para avanzar tenemos que poner los pies en el suelo.

La diversidad no es un bien en sí misma. Habrá que ver. ¿Qué se debe hacer con la manzana podrida en el cesto? ¿Es una riqueza la cizaña entre el trigo? Sanos y enfermos, honrados y corruptos, solidarios y egoístas, valientes y cobardes, pacíficos y violentos… componen diferentes expresiones de diversidad, pero no de riqueza social. Constituye una profunda expresión de fe creer que no hay mal que por bien no venga, que se le puede dar la vuelta a cualquier mal y obtener algo bueno; pero el mal no es un bien en sí, salvo para los masoquistas.

Discapacidad no es lo mismo que diversidad. Diversidad, a secas, es la que hay entre siete de los ocho hermanos que somos: tenemos distinto color de pelo, diverso metabolismo, diversos gustos, diversas opiniones, diversas profesiones, etc. El octavo, Jose, no es “diverso” en ese sentido, pues su profunda discapacidad intelectual no le permite tomar decisiones sobre su vida, ni tener opiniones, ni profesión… Jose, mi hermano pequeño, no es distinto: es deficiente.

­– La inclusión o integración escolar no es el objetivo. Lo que yo hubiera querido para Jose y lo que deseo para todos los discapacitados es que puedan desarrollar sus talentos, de manera que puedan integrarse posteriormente en la vida social y laboral. Si para ello es necesario que reciban una atención especializada en centros específicos, adelante. El modo de escolarización es el camino, no la meta.


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