domingo, 25 de diciembre de 2011

Sexo como oración

Os ofrezco hoy la tercera cita de Fabrice Hadjadj (La profundidad de los sexos. Por una mística de la carne). Es un escándalo:


"Juan Pablo II afirmaba que cuando el abrazo conyugal está abierto a la vida hay comunión sexual, y una mera unión sexual cuando no lo está."


[¿Se puede hablar así en el siglo XXI? Lo que propone Hadjadj es ¡un ménage à trois con Dios!]


"¿Puede mantenerse esta afirmación al margen de la Revelación trinitaria? ¿Por qué hay que estar disponible para acoger a un molesto tercero para encontrarse verdaderamente en pareja? Si consideramos el acto sexual mismo, seguir la pendiente natural permite evidentemente entregarse sin reserva y evitar la intrusión de la industria en medio de nuestros retozos. Dejamos que se encamine la sangre más preciosa hasta la trompa de la abundancia, sin preservarnos, sin contracebirnos, sabiendo que al final de nuestro abrazo puede haber un alma completamente nueva que Dios se ve como obligado a crear para esposar nuestro juego. Así obligamos al Eterno a acostarse con nosotros, llevamos al Todopoderoso, por medio de nuestros sexos, como si se tratase de una oración física, a rematar la unión."


[¿No es esto una condena a la infelicidad? ¿No es éste el camino del sacrificio, de la negación de sí mismo? ¿No es el principio de un cúmulo de renuncias, la puerta de la tristeza?]


¿Cómo no se iba a dar en ella la mayor alegría? Cuando evitamos dejar entrar así, a través de lo natural, al Eterno en nuestro lecho, nos veremos fatalmente ahogados por mil problemas técnicos: ¿Te acuerdas de si me tomé la píldora?... ¡Ten cuidado!... ¡¡Ten cuidado!!... ¡No, no puedo! ¡No puedo! ¡¡Ese rollo del embarazo me ha helado la sangre en las venas!!... ¿Un diafragma? Sí, puede ser, pero tú no me habías dicho que hoy… y además no me gusta ese trozo de caucho en el vientre… me hace sentir rara… tengo la impresión de tener un chicle dentro… ¿Es que ya no hay poesía? ¡Vale, lo siento! (Darío Fo y Franca Rame, Nous avons toutes la même histoire, en Récits de femmes)".


[La cercanía de Dios no elimina el sufrimiento, pero trae la esperanza de la alegría definitiva...]

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