viernes, 6 de mayo de 2022

Aprender a perdonar (1/2)

 He estado meditando estos días un artículo de la teóloga, ya fallecida, Jutta Burggraf, «Aprender a perdonar». El artículo se compone de dos partes; en la primera, Burggraf analiza en qué consiste perdonar y, en la segunda, considera algunas actitudes que nos disponen al perdón. Espigo algunas ideas con la esperanza de que os animéis a leerlo.

Perdonar es remitir la ofensa o daño recibido de otro. «La indignación e incluso la ira son reacciones normales y hasta necesarias en ciertas situaciones. Quien perdona, no cierra los ojos ante el mal; no niega que existe objetivamente una injusticia. Si lo negara, no tendría nada que perdonar.»

No se trata de mirar para otro lado, de hacer como que no ha pasado nada. Si hemos sufrido una injusticia, es normal que nos duela y que deje una herida. No debemos negar ese dolor. «Un dolor oculto puede conducir, en ciertos casos, a que una persona se vuelva agria, obsesiva, medrosa, nerviosa o insensible, o que rechace la amistad, o que tenga pesadillas. Sin que uno lo quiera, tarde o temprano, reaparecen los recuerdos. Al final, muchos se dan cuenta de que tal vez habría sido mejor hacer frente directa y conscientemente a la experiencia del dolor. Afrontar un sufrimiento de manera adecuada es la clave para conseguir la paz interior.»

Por otra parte, también resulta insano no superar la ofensa y quedar atrapado en el pasado, en el resentimiento, es decir, en un sentimiento recurrente que nos consume. «La memoria puede ser un cultivo de frustraciones. La capacidad de desatarse y de olvidar, por tanto, es importante para el ser humano, pero no tiene nada que ver con la actitud de perdonar. Ésta no consiste simplemente en "borrón y cuenta nueva". Exige recuperar la verdad de la ofensa y de la justicia, que muchas veces pretende camuflarse o distorsionarse. El mal hecho debe ser reconocido y, en lo posible, reparado.» Al perdonar nos liberamos del bucle del resentimiento, haciendo posible un nuevo comienzo, tanto para el ofendido como para el ofensor.

El perdón comienza por rechazar la venganza. «El secreto consiste en no identificar al agresor con su obra», mirarle en su dignidad personal, porque «todo ser humano es más grande que su culpa».

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