lunes, 9 de mayo de 2022

Bodas, funerales y galletitas saladas

 Esta es la primera colaboración de Leonardo para Golondrinas aturdidas. Parece que no le gustan los eufemismos ni las frases hechas, esas que se han quedado huecas por el uso rutinario y mecánico, y que han acabado por convertirse en velos que ocultan la realidad. Es lo que pasa cuando deseas a alguien los buenos días y te contesta que hace mal tiempo; uno no pretendía dar el parte meteorológico, sino desear a la otra persona que le vaya bien.

El lenguaje debería servir para desvelar la realidad y comunicarla cordialmente (con el corazón, se entiende: con buen corazón) a nuestro prójimo. No sería muy exagerado decir que vivir es comunicarse.

¿Nueva normalidad? Se me antoja curiosa, cuanto menos, esta expresión tan en boga últimamente, al igual que “gripalización” del covid. Parece ser normal subir a un transporte público sin saludar, exigir que le atiendan a uno sin apenas mediar ninguna palabra de cordialidad, levantar la voz al personal de hostelería porque sencillamente estoy de fiesta, no respetar el trabajo ajeno y un largo etcétera.

¿Exageración? Tal vez, tal vez pensemos “yo no hago eso”. ¡Claro que no! Es algo así como los bingos, nadie ve entrar ni salir a nadie de esos locales; sin embargo, asombra la cantidad de personas que hay dentro. Me resuena la expresión tan utilizada por cierto partido político, el cual, estando acorralado por casos de corrupción, se refería a ellos como “algunos casos aislados”.

Esta normalidad en tirar de eufemismos y frases hechas me hace reflexionar sobre las cantidades ingentes de cosas obvias, desafortunadas y estúpidas que se dicen en eventos como, por ejemplo, una boda. Personalmente siento debilidad por los comentarios previos y posteriores a dicho evento. Cómo se describen de forma casi forense cada detalle de los preparativos y del viaje posterior. Aunque ciertamente en estos casos el personal se divide en dos grandes bloques: los de las descripciones positivas y los que se centran más en el aspecto negativo. Sin embargo, es notablemente significativo que ambas corrientes se unen en un único cauce, diría más bien torrente. Torrente de silencio. Nadie comenta la suerte que tiene o lo a gusto que está con su pareja.


Algo similar pero, paradójicamente, en sentido contrario sucede en los funerales, en los que sólo se habla de las bondades de la persona fallecida. Parece que lo normal es decir te quiero, gracias o perdona a una persona que ya no te puede oír y agradecer tus palabras. No obstante, el momento álgido de inconsciencia en un funeral se produce, desde mi punto de vista, cuando una avalancha de frases hechas inunda y desplaza la sabiduría del silencio reflexivo e impacta sobre mis tímpanos provocando inclusive cierto desplazamiento de la masa encefálica dentro de mi cráneo. Cierto, lo normal parece ser no saludar, no ser amable con los desconocidos, empatía nula, una casi inexistente consciencia, y el amor.... El amor es eso que sale en las películas o el argumento de alguna novela de esas en las que a final los protagonistas se toman una cervecita con unas galletitas saladas. ¡Cómo no rendirse ante unas galletitas saladas! Eso sí que no es normal.

Dijo un tal Freud que alguien sano era una persona capaz de amar y trabajar.

Leonardo

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